sábado, 3 de octubre de 2009

COLUMNA TEMAS DE ANALISIS

TEMAS DE ANALISIS

Algunas Causas De La Abstención Electoral En Colombia.

(Por Santiago Villarreal Cuellar)

A raíz de la abstención electoral registrada en el país el pasado domingo para las consultas de los partidos políticos, (solo un 10% de participación) muchos analistas han hecho diversas apreciaciones sobre este fenómeno, que no es propio de Colombia, sino que afecta a muchas de las llamadas democracias del hemisferio occidental.

Haciendo un poco de historia, no hay que olvidar que la legislación relacionada con las consultas populares de los partidos, se la debemos en nuestro país a Luis Carlos Galán Sarmiento, quien en la plataforma ideológica realizada en el congreso del Nuevo Liberalismo celebrado en agosto de 1983, propuso esta clase de ejercicios para los respectivos partidos. Pero solo se llevo a cabo la primera vez en el año de 1990, cuando ya Galán había fallecido. Verdad es que el difunto Álvaro Gómez Hurtado, jefe del ala derechista del Partido Conservador, también las defendía, y propuso además la elección popular de los jueces de la república.

Recuerdo que en plena campaña electoral en el año de 1984, me encontraba en el municipio antioqueño de Puerto Berrío, cuando se anunció el arribo para ese fin de semana del senador liberal Bernardo Guerra Serna. Desde el viernes comenzaron a llegar camiones llenos de terneros y terneras en levante, y el sábado estacionaron otros tantos camiones en cuyo interior se apreciaban neveras, televisores, bicicletas y toda clase de electrodomésticos. Hacia el medio día del domingo y bajo el intenso calor que hacía en el parque principal, se subió a la tarima improvisada el obeso senador, vestido de camisa roja empapada de sudor y sombrero, y con un talego de trapo rojo en sus manos, lleno de balotas numeradas, y comenzó a anunciar que empezaba la rifa gratis de todos esos elementos. En el parque no cabía un alfiler de lo repleto que se encontraba, y como hacía ya como una hora les habían entregado las boletas gratis para participar, la muchedumbre comenzó a gritar vivas al senador y a escuchar al oficial de ceremonias, quien cantaba los números de las balotas que sacaban del talego dos bellas muchachas ataviadas con trajes ligeros.

Ebrios de aguardiente y lanzando cohetes al aire, el populacho gritaba las boletas ganadoras y con las mismas reclamaban las novillas, bicicletas, licuadoras, ventiladores y todo lo que allí se rifaba, mientras escuchaban el discurso promesero del senador.

Esta práctica electoral había comenzado a mediados de los años setenta en Antioquia y pronto se extendió a la Costa Atlántica, y los senadores José Náme Terán del Atlántico, Bernardo Guerra de La Espriella en Sucre, Germán Bula Hoyos en Córdova y muchos más, liberales y conservadores la copiaron, ya no con rifas, sino repartiendo bultos de cemento, hojas de zing, letrinas, tubos de cemento, alambre de púas y toda clase de herramientas que le regalaban a los campesinos y citadinos a cambio de su voto. El ejercicio se extendió a lo largo y ancho de nuestra nación, lo que no solo encareció las campañas políticas, sino que cerró las fronteras ideológicas entre los partidos, convirtiendo a los que hacen política en "generosos" dadores y a los electores en potenciales mendigos de cualquier cosa a cambio del voto.

Por esta razón en Colombia, cuando alguien invita a un ciudadano a participar en elecciones, lo primero que el elector interroga es, qué están regalando. Y si no encuentra algún incentivo, sencillamente no participa, permitiendo que una minoría decida los destinos de una causa, de un municipio o de todo el país, eligiendo quizá gobernantes de los cuales después se arrepiente, pero desperdiciando la oportunidad que la democracia le brinda de decidir y de elegir a conciencia.

Debo resaltar que no todos los colombianos actuamos de esta manera a la hora de elegir, ni todos los que hacen la política recurren a estos métodos, pero ha quedado demostrado que el 90 por ciento sí se ha contagiado de esas despreciables formas de hacer la política en nuestro país. Y lo que es peor, no tienden estas formas a cambiar a corto o mediano plazo, sino que cada vez se necesita más dinero para lograr convencer al electorado de que salga a participar de cualquier elección. Eso es lo que se llama la falsa democracia.   

      

 

 

 

 

 



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