lunes, 11 de enero de 2016

INAUGURACIÓN DEL MONUMENTO A “LA ORQUIDERA”

En la Nueva Alcaldía de Pitalito 







Para iniciar estas palabras de agradecimiento, tengo que contar una de las primeras anécdotas y hacer un poco de historia sobre el origen de la Muñeca Nacional bautizada como “Orquidera” por un periodista en una de las tantas informaciones, reportajes, crónicas y artículos sobre el concurso artístico donde salió triunfante la muñeca enviada desde Pitalito, del cual se ocupó con gran despliegue, la prensa nacional.

En el año de 1968, siendo presidente de la república el doctor Carlos Lleras Restrepo, recibió una carta enviada por una niña –que si mi memoria no me falla era canadiense-.  El sobre estaba dirigido al Doctor Caros Lleras Restrepo presidente de Colombia, Ibagué.
La inquieta niña le decía al mandatario que ella coleccionaba muñecas de diferentes partes del mundo y deseaba tener una representativa de Colombia. El presidente envió la carta al gerente de la recién fundada empresa del estado, Artesanías de Colombia, doctor Federico Echavarría Misas, que sin poder dar respuesta positiva a la niña, convocó al  Primer Concurso Nacional de “Muñecos Populares” para buscar la muñeca representativa del país, como la tienen todas las naciones del mundo.
La convocatoria llegó a los artistas y artesanos que hasta ese momento se encontraban escondidos en veredas, pueblos y ciudades que con sus artísticas, coloridas y diversas muñecas llenaron varios salones y creo sin temor a equivocarme, que fue la primera vez por fuera de la Academia que se mostró que somos un país multiétnico y pluricultural.
De la Guajira a Leticia, del Chocó a los llanos Orientales, llegaron representantes que en una algarabía de colores parecían gritar: “somos de las entrañas del país”. Recuerdo aún con sorpresa una muñeca de grandes ojos de búho, vestida con traje de plumas como salida de un ritual ceremonial de magia prehistórica que fue descalificada por el jurado por parecer un objeto de brujería. Aunque no representaba al país,  era una muestra antropológica de gran valor, como prueba de una civilización que se resistía a dejar su cultura milenaria guardada en lo más profundo de la selva y que se debió conservar en alguno de nuestros museos.
En medio de esta gran diversidad de expresiones artísticas que buscaban representar a Colombia, salió triunfante una pequeña muñeca de no más de 25 centímetros, elaborada en arcilla decantada por las aguas del río Yuma, que le da la característica de suavidad como de agua en reposo y la hace óptima para trabajos delicados como la elaboración de la pequeña figura salida de las manos sabias de nuestra madre: Aura Muñoz de Vargas.
La alegoría que ella hizo del país al representarlo con la figura de una joven de piel bronceada, cabellos y ojos oscuros, símbolo de nuestra raza mestiza; vestida con sencillo traje blanco de algodón, con pasamanería de colores en el escote, calzada con alpargatas de fique, ofreciendo con su mano derecha una orquídea, y llevando en el brazo izquierdo una canasta rebosante de la misma flor, la catleya Triana-originaria del Valle del río Suaza y símbolo de la flora nativa, conquistó al jurado que la exaltó como la ganadora.
Al igual que la Orquidera nuestra, las muñecas se han convertido en símbolos representativos de los países que sirven como mensajeras de amistad entre los pueblos. Quiero referirme a unas pocas como la Matrioska de Rusia que tiene una hermosa historia sobre su creación y la Mariquita Pérez de España que marcó una época durante el franquismo, hoy revivida con menos campanillas, dejando atrás su pasado elitista. No puedo dejar de mencionar el Hina Matsuri o fiesta de las muñecas durante la primavera en el Japón. En ésta estación, todas las niñas muestran orgullosas sus muñecas heredadas de sus abuelas y tatarabuelas, vestidas con ricos y legendarios trajes de seda, mostrando una parte de la historia del imperio del sol naciente y de esta antiquísima tradición.
Imposible no mencionar a Pinocho el gracioso muñeco italiano tallado en madera por el carpintero Jepeto que ha cruzado todos los mares y su historia contada por el escritor Collodi, es conocida en el mundo entero.
Y dando un salto oceánico, llegamos a Suramérica para encontrarnos con las muñecas de trapo del gran artista venezolano Armando Reverón, una de ellas de tamaño casi heroico, ha viajado por todos los museos del mundo como embajadora artística y cultural de su país.
En México, nos cuentan los cronistas de indias que el gran moctecutzoma, mal llamado Montezuma tenía una rica colección de muñecas de trapo vestidas con delicados y primorosos trajes  de colores con las cuales se solazaba. -México no ha olvidado esta tradición-. 
Pasando al Perú, encontramos  las muñecas halladas en las tumbas Incas que gracias a la resequedad del clima se han conservado intactas y hoy son apetecidas por los grandes museos del mundo y coleccionistas que no dudan en pagar grandes sumas de dinero para tenerlas en sus colecciones.
Hoy, que el consumismo nos invade, quiero referirme a  la Barbie, muñeca que ha permeado las mentes infantiles y juveniles, imponiendo un ideal de belleza, que no corresponde a nuestra raza ni idiosincrasia. Su figura anoréxica ha llevado al extremo que muchas jóvenes se sometan al  quirófano para parecerse a ella, porque de manera natural es imposible lograr este estereotipo de belleza. Con esta reflexión quiero demostrar que la muñeca puede ser un arma de dominación.

Al contrario de la barbie, esta joven inmortalizada en bronce, próxima a cumplir cincuenta años,  se yergue orgullosa y altiva desde esta terraza como muestra de nuestra estirpe, expresando un saludo de bienvenida a quienes visitan este verde y espléndido Valle de Laboyos; así como a sus propios habitantes que nos recordará que somos un pueblo fraternal que desea que se apacigüen los horrores de la guerra.
Hoy, especialmente, quiero expresar en nombre de toda mi familia nuestros sinceros agradecimientos al doctor Pedro Martín Silva alcalde de la ciudad por su generosidad, por no dejar en el olvido la obra emblemática de nuestra madre.
A Marcelino Triana, nuestra gratitud por el cariño de hijo que le tenía a nuestra madre, y su admiración por el trabajo que realizaba; sino hubiese sido por su empeño y sus buenos oficios de abogado no se  hubiese podido cristalizar este proyecto. Me cuenta que el regalo que le dio a su primera novia fue una Orquidera -que bien que este emblema nacional también ayude a concretar amores-.
A nuestra querida amiga y compañera de tertulia Leonor Valencia Gutiérrez, que está empeñada en difundir, entre sus alumnos, el conocimiento de este ícono nacional. Para ella, nuestra gratitud.
Me quedan muchas cosas por decir y varias por contar, pero no puedo abusar de la amabilidad de esta audiencia. Solamente les digo


¡Muchas gracias!

EDITH VARGAS MUÑOZ
Diciembre  16 de 2015

sábado, 9 de enero de 2016

POR JAIRO OLIVEROS RAMIREZ. Cómo aprender a disfrutar el río el Yuma



 
 Uno aprende que el río es para disfrutar. Se va al río a gozar. El viaje del paseo en el la corriente del río. Y, cuando se es niño la felicidad es plena. Los niños alcanzan la dimensión del asombro y la alegría. En cambio los mayores padecen, se aterrorizan, se asustan.
   Luego descubre el miedo, el pavor por el río, digamos que se  aprender a tener miedo al río y con el miedo surge el respeto por sus agua, por su misterio, el río se vuelve entrañable desde lejos y de cerca y mucho más de cerca que de lejos. Cuando estamos con él  escuchamos sus sonidos, su canto, su misterio. Empezaba a soñar con el río. Ríos enormes, extensos. Caudalosos. Ríos que arrastraban sueños. Ya no eran alegrías, eran desgracias. El río se asume, se apropia de sí mismo, nos arrebata los sueños, las tristezas y nos entrega felicidad. La alegría y la felicidad desaparecen por quienes se roban el río.
     Luego vienen las pautas para robar un río. Sí. ¿Ustedes saben cómo se roba? Hay varias maneras de robar un río. Veamos algunas. El olvido de los citadinos, la contaminación, vender el agua del río, construir represa a nombre del progreso. ¡Ahí, la deforestación es arrasar con el río. Y otras.
     El otro día recordaba a mi abuelo Eladio y el otro abuelo: Octavio se llamaba. Ambos crecieron al lado del río como los pueblos. Villavieja es un pueblo que se fue quedando sin alma por el río, es que los pueblos se olvidan de los ríos. La Jagua es un caserío lleno de hermosura, de sueños y nostalgias cerca al río Magdalena. Es como un resplandor de historias.
     En Neiva el río La Ceibas se quedó solo y está feneciendo. Lo dejamos morir. Nos olvidamos del río. Ese río que nos dio alegría cuando éramos chicos. La quebrada la Toma es una cloaca lo mismo que Ríoloro  en Neiva – Río del oro-. Hemos ido acabando con los ríos, somos inmunes a los ríos, no nos causa ningún dolor y asombro. En Pitalito se asesinó la quebrada Cálamo y no se han hecho reclamos, pero quien va a reclamar si todos somos cómplices.
      Un día aprendí que el río tiene su propio nombre: Yuma, que significa “agua para los amigos”. Es una hermosa metáfora. El nombre se lo quitaron y le colocaron otro, el que hoy conocemos como Magdalena, qué en honor a María Magdalena. Creo que fue, es una falta de respeto con el río, con el territorio, con las culturas de aquella época y de hoy, con los hombres, con la humanidad. Es una manera de borrar memoria e historia A Europa no le han cambiado el nombre.
     Esta el río de la historias. Por ahí incursionaron los conquistadores. Los pobladores de la colonia. Por ahí viajó Simón Bolívar en busca de la libertad y por ahí regreso para morir en Cartagena nos dice Gabriel García Márquez en “El general en su laberinto”. El río Magdalena, el Yuma, es el río de la vida, del progreso.
      Mis recuerdos del río Magdalena son de mi infancia. El temor que me infundía mi padre, un respeto por el río. Yo lo veía inmenso, con anhelo y miedo de viajar por el río, conocer el río era observarlo desde la orilla, sentirlo pasar, en aquellos tiempo un río caudaloso, sentir el río era sentir miedo, pánico. EL río de los cazadores, las lavanderas, de los pescadores, de las aves. De las historias del Taitapuro, del Mohán. El río nos mostró a los pescadores con su habilidad para lanzar el chile o la atarraya con maestría desde la canoa y no caer al agua. También, los bocachicos que disfrutaba de pequeño con ese sabor a río, a familia.
     Por San Agustín, en ese hueco, como llaman un cañón, ahí parece un embudo después del cruce a Isnos. Y, uno va escalando el río por el borde de la montaña para penetrar, descubrir el macizo, la cuna del Yuma. Son los colores que nos acercan al río. Los colores del paisaje y uno siente la historia, los murmullos del río, el canto del río, los reclamos del río. O como dice William Ospina el río nos habla pero  no lo escuchamos y mucho menos lo entendemos, no entendemos su lenguaje. Por eso lo dejamos morir.
      En Garzón, en La Jagua uno se pasea por las riveras de otro río, sus voces se escuchan en la distancia, desde lejos nos canta sus pesares, sus aventuras y desgracias. Nosotros no sabemos del río, quienes saben del río son quienes siempre han vivido con él, siempre han estado con él, han dormido y bailado con él, han seguido y sentido su danza y cuando el río se acaba mueren su ribereños, los pueblos como viene sucediendo con las represas de Betania y el Quimbo.
      En el cruce de La Plata, allá, en la distancia, aparece la montaña,  se observa el color colorado, uno se encuentra con otra alma del río. Es un río cercano, un río que avanza como aromas de quienes sueñan en su rivera el próximo sol, ellos son los parroquianos del río.
      Hoy, es un río que están secando, lo secamos, lo contaminamos y no supimos cómo ni cuándo. Pueda ser que no le pase lo mismo que al río Colorado.

Imagene tomada de internet: https://democraciaenlared.wordpress.com/2015/04/17/que-buscan-los-chinos-en-el-magdalena/