domingo, 14 de octubre de 2018

Por JAIRO OLIVEROS RAMIREZ. Buscar las semillas


“De regreso al olvido” de Luis Ignacio Murcia Molina
Biblioteca Municipal de Pitalito. Pitalito, miércoles 10 de octubre de 2018



Para empezar, este libro de Nacho me recuerda el libro de Arturo Alape en “Ciudad Bolívar: la Hoguera de la ilusiones” Remembranzas de personajes de la periferia. Sus angustias, personas olvidadas y recuperadas con sabores y aromas de la periferia. También, por esa labor antropológica que siempre puso de manifiesto Arturo Alape. También, otro escritor, autor de “Colombia X”, de German Castro Caycedo. Allí los personajes son las castas dominantes. Luego son quienes cuentan su mundo. De tal manera, que nosotros debemos contar nuestras historias, nuestros dilemas, dificultades. Así se manifiesta en ambos autores.

Y, por supuesto, que el libro de Luis Ignacio Murcia Molina es paradigmático. Montaje a través de planos paralelos, planos superpuestos, historias que se complementan. En ese recorrido aparece Pitalito de la infancia. Personajes de la vida política, social. También familiares. Todos enmarcan la historia de Pitalito, y la historia de una época.

Nos narra un mundo de historias dentro de la historia, un marco de historia referidas a una época, a unos personajes. En esas voces se encuentra momentos, emociones y sentimientos que evocan circunstancias como solidaridad, el apoyo de  la familia. Luego van apareciendo aquellas imágenes del pasado. Esto me recuerda a Marcel Proust “En busca tiempo perdido”. No obstante, aquí se presenta a Pitalito como un pueblo lejano, distante a través de las evocaciones  que nos acercan a ese pasado. Desde luego que, el libro se va narrando a través de imágenes superpuesta, como un collage, que van apareciendo a medida que transcurre el tiempo. Entonces, la vida fluye, brota de esa memoria olvidada. Y quedará como un referente para hablar, recuperar a ese Pitalito olvidado, para comentar su pasado, sus personajes, el vecindario, la vida pública. Será un referente antropológico.

El carácter antropológico en el sentido de volver al pasado. Y volver consiste en recuperar esa memoria que sostiene al ser humano, a la sociedad, a las instituciones. El hombre se yergue desde las pirámides, desde su arquitectura, desde el arte: la pintura, la poesía, la novela, la escultura para expresar aquello que tal vez somos y que los griegos supieron hacerlo desde la mitología, desde el politeísmo. Y desde la religión, recordando un poco a Mircea Eliade.

Escribir la memoria de muchos instantes, también son instantes de una época. La memoria de las improntas de ayer y de hoy. Se vuelve un libro obligado de consulta. Ahí hay arte, cultura, cerámica, música, pintura y por supuesto parte de la vida del magisterio. Y su grandeza está en su ritmo, en su vitalidad, en la fortaleza de la prosa.

Y aquí, hago un paréntesis, para agregar aquella obligación que tenemos. Leer a nuestros escritores. Descubrir el universo narrativo de Benhur Sánchez Suárez, el mundo poético y narrativo de Antonio Correa Losada. Y, otros escritores, como el pensamiento con relación a la filosofía, al cine y la poética Omar Ardila Murcia. Y, otros escritores que están por aquí como Leonel Ramirez Cerquera. O los escritores del Huila, los de ahora: Esmir Garcés Quiacha, Betuel Bonilla Rojas, Jáder Rivera Monje. Winston Morales Chávarro.  Y aquellos lejanos en el tiempo: Gustavo Andrade Rivera, Humberto Tafur Charry.

Volviendo a “De regreso al olvido” encontramos que trata del hombre, de la tragedia del ser humano. Entonces su vida sale de lo más recóndito del ser, de su propia tragedia y de muchos. Como que se yergue de la angustia, la preocupación y la zozobra. Así nos legó en sus libros Eduardo Galeano. Y, nos encontramos “Patas arriba” porque se trata la tragedia de los pueblos. Y, por supuesto que Galeano nos lleva por los recónditos mundos que apabullan al ser humano. Nosotros encontramos, que Nacho, nos introduce, nos lleva por ese mundo y como ese afán por recuperar su pasado que es cómo recuperar el nuestro y saber de qué trata. Y ya lo decía Gustavo Bríñez en la presentación que realizó en Neiva, recordando a Mempo Giadinelli en la novela “Santo oficio de la memoria que reconstruye la historia de la Argentina desde la Conquista española hasta la actualidad por medio de múltiples confidencias a manera de monólogos de los miembros de una familia italiana inmigrante y sus descendientes.” O, como en La Celestina donde se tejen una serie de acontecimientos alrededor de Calixto y Melibea. Aquí, en “De regreso al olvido”, tal vez por eso, se tejen las historias que se van construyendo para llegar al presente. Y va tejiendo los puntos de vista que son su hija Marcela por un lado y por otros Cristina y Nacho. Los tres van reconstruyendo una vida. Todo alrededor de Nacho.

Luego, no es hablar por hablar, hablar bien del libro, halagar. Es que “De regreso al olvido” tienen esos sabores, esos aromas que nos acerca al mundo nuestro. Ahí están presentes parte de nuestros hábitos y costumbres. Muchas veces abusamos del licor y ahí se encuentra los amigos; también, aquellos lugares que nos reconfortan. Las calles que son muestras, nuestro mundo, esas calles que recorremos y olvidamos. Y, ¿qué tienen esas calles? las hemos visto, los amigos los hemos visto, hemos compartido con ellos. Olvidamos por dónde andamos, no vemos ni sentimos sus colores. Eso nos recupera Nacho en su libro. Tal vez tenga ese toque antropológico. Notas del vecindario, de calles y carreras, del vestido, de los sonidos, de la música. Además, como nos recuerdas Ernest Cassirer, en “la realidad ultima no es una cosa única y homogénea; se halla inmensamente diversificada, poseyendo tantos esquemas y patrones diferentes…” (Cassirer, 1998, pág: 45). Entonces, uno se encuentra con las amarguras y preocupaciones de los mismos protagonistas, más bien narradores que refieren a otras personas como son la compañera de Nacho, los familiares, el médico. Ah, y los espacios que como ya decíamos nos recuerdan y nos ubican en el tiempo.

Uno se encuentra con otros personajes del arte la política, y anécdotas que tal vez nos remiten a la década de los cincuenta, o los sesenta; otros con la infancia de Nacho en la escuela, de la familia. Vivencias compartidas con compañeros del colegio La Normal y aquella excursión por el río Magdalena, lo mismo que la vivencias en El Pato en la campaña de  alfabetización realizada por la USCO. Sus peripecias, experiencia en el magisterio. Y, por supuesto recurriendo a terapias para no dejar abandonada su memoria. Por eso recalco que su escritura se aproxima a un estudio y un aporte desde la antropología porque está ligada a la tragedia del ser humano.

Y, hay que leerlo pausado, a ritmo de música; acompañado de un tinto y conversado con los amigos, con los estudiantes, con los escritores, los pintores y con todos aquellos que están cercanos. Sentir aquellas sensaciones que despiertan el pasado, la curiosidad que nos acerca a los acontecimientos. Ahora, usted la puede leer como una extensa crónica que despierta intereses, como siguiendo las crónicas de Alberto Salcedo Ramos, leerla como un reportaje; también puede leerla como una novela, como un testimonio. Aquí no hay disculpa para leerla.
Usted se suelta y empieza hasta llegar a la última página.

Cassirer, E. (1996). Antropología filosófica, 2ª Reimpresión, F.C.E., Colección Popular No 41, Santafé de Bogotá. Traducción de Eugenio Imaz.

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