lunes, 6 de diciembre de 2010

¡Buenas Noticias!




Cecilia Vargas


Cerámicas


Homenaje a la chiva 35 años


Animales y bahareques




La Galería Pérez Rojas ubicada en la plaza principal de Villa de Leiva, expone la obra artística de Cecilia Vargas, desde el sábado 18 de diciembre de 2010 al domingo 16 de enero del 2011. Luego, los fines de semana hasta el 20 de febrero de 2011.


La obra es producto de muchos años de investigación sobre la cultura precolombina del sur del Huila. Las indagaciones y su búsqueda de identidad le han pemitido reconocer el pasado aborigen y plasmarlo en sus trabajos creativos.


Como Cecilia Vrgas hace parte de la Tertulia literaria "La Embarrada", el grupo celebra esta nueva oportunidad que tiene para que su obra sea admirada, porque ésta es: "verdadero ejemplo de la artesanía que transciende para convertirse en arte.




Poema a la muerte de un cinco de diciembre.

Muy lejos de aquí un dios construyó un océano

Fundió con sus dedos la plata y las lagrimas saladas.
Extrajo de las aves gotas de hiel incandescente.
La amargura emergió de las grietas de la tierra
Y un río de tristeza sepultó las nubes grises
Trasformándolas en copos de silencio.

Aquel océano de mercurio emergió en búsqueda
De bosques solares. Guió las sombras y el hedor
De los cóndores de luto. El sol se envenenó con
Un Aqueronte de escombros humanos. Nadie supo jamás
Hacia donde se dirigían aquellos hijos de la tierra.
Tan solo recordamos, con amargura, que sus tumbas
Fueron cavadas en la tierra de los recuerdos ensangrentados.

Hasta los árboles tiemblan cuando su padre muere.
Gritan y reclaman por el dios sol
Padre del bosque y del océano
Dueño del helor y la clorofila
Mientras bajo sus pies la tierra se disfraza de ventisca.
Mientras su lenta agonía se trasforma en el punzante
Grito de una estampida de rocas asustadas.

¿Donde refugiarnos de un océano de lágrimas abismales?
¿Quien podrá callar los gritos del tornado y la tormenta?
¿Quien alimentará a los huérfanos solares?
¿Encontrarán paz los hijos de la tierra en el útero
De su triste y acongojada madre?

¿Qué será de nosotros? Susurran los árboles
Y los hombres agonizantes
Mientras respiran la muerte
Entre la oscuridad de los escombros.

El Desheredado

viernes, 3 de diciembre de 2010

cuento


El Asir Inca II

En el sueño vio al hombre-dios shakal, señalando la tumba de su padre.

El hombre-dios shakal sostenía una flor blanca entre sus dedos, que fue desarmaba con el viento.  Ella, maravillada por la pureza de aquella flor, corrió tras el viento, buscando los pétalos perdidos. Pero cuando por fin tuvo todos los pétalos entre sus manos, el sueño cambió su tonalidad inocente.  De la nada ocurría un milagro. Ella entonces se arrojaba al suelo, maravillada y atemorizada.

De la flor emergía un hombre fragmentado, que iluminaba todo a su alrededor.

Era su esposo. Tupac Amaru II

Había regresado a la vida. Y al haber regresado del mundo de los ancestros, por derecho  propio, era inmortal. Liberado de la muerte liberaría al imperio inca. Retomaría el trono y expulsaría a los españoles.

 Y ella regiría a su lado. Las lágrimas inundaban sus ojos. Todos los indígenas del Perú recuperarían la libertad, la tranquilidad. Sin embargo, la felicidad duraba poco. Apenas y trataba de tocarlo, estirando sus dedos hasta sus manos o su rostro, este se desquebrajaba, como un cristal roto, pegado con negligencia.

 Solo entonces despertaba. Gritando. Asustada. Veía la mitad de su cama vacía y buscaba a sus hijos, los estrechaba contra su pecho, y lloraba en secreto.

Por eso no se sorprendió cuando los españoles llegaron a arrestarla. Imaginaba que aquel sueño era una premonición. Y que aquel hombre shakal era un dios, cuyo nombre jamás había escuchado.

 En el calabozo supo que su esposo había muerto, y que lo habían despedazado como símbolo de poder. Cada uno de sus trozos había sido enviado a cada una de las provincias. Era el modo en el que ellos creían frenar la rebelión. La imagen de su esposo despedazado la desesperó. Durmió atemorizada, pero sin lagrimas. Reconocía su difuminada misión, comprendía que delante sí estaba una labor titánica y sagrada. Su esposo volvería a la vida. De nuevo soñó con el dios shakal, que le entregaba una rosa con hilo y una larga  aguja de cristal. Al despertar los objetos estaban aún en sus manos. Los escondió entre su ropa cuando entraron a su celda los soldados españoles.

Para ellos había llegado su momento. La fusilarían. En secreto ella esperaba un milagro. Los fusiles fueron cargados, que le coqueteaban  de mala gana, en busca de una última diversión con la esposa del mayor rebelde del reino. La mañana era fría y soleada. Ella esperaba que aquella no fuese su ultima mañana. Extenuada, y con algo de esperanza aún entre sus dedos, decidió aceptar la muerte con dignidad. No aceptó negociaciones. Le fue concedida una muerte rápida, una muerte de soldado.

Cerró los ojos y pensó en las águilas, en los altos de los andes, en el canto del viento y de las montañas y el susurro de las quenas.

Escuchó unos disparos. No fueron los suyos. La rescataban. Frente a ella sus verdugos caían, heridos de muerte, con el rostro manchado por la sorpresa.

Algunos indígenas rebeldes trataban de tomarse el fuerte español, y de paso, vengar la muerte de su líder.  Ella huyó sola, robando un caballo, y recorrió todo el  Reino del Perú  en busca de los retazos de su esposo. Galopó por las verdes praderas y los desiertos, alimentándose apenas, y protegiendo sus armas divinas; la aguja de cristal en el cuello y el hilo entre la ropa. Recogió todas las partes del cuerpo de su esposo excepto una. Antes, en algún poblado polvoriento, supo que su hijo había sido capturado y decapitado.

Fue mas intenso su instinto maternal. Desenterró el cuerpo de su hijo. Sobre ella caia una intensa tormenta eléctrica. Su pelo estaba empapado. El cuerpo de su hijo ya entraba en la descomposición. Usó el hilo y la aguja unir de nuevo la cabeza al cuello  del niño. Terminado su trabajo, la tormenta desapareció.  Vio entonces como regresaba a la vida entre sus manos, como, lentamente, se regeneraban sus carnes, y la observaba, saludable y aterrado, se agarraba a su cuerpo, a su pecho, y con lagrimas en los ojos, le pedía que no lo abandonase, hasta quedarse dormido. Enternecida, lo dejó en manos de los incrédulos y aterrados indigerías rebeldes. Confirmada la eficacia de su arma sagrada, no evitaría su ultima misión.  Siguió buscando el trozo de su esposo que aún faltaba para completar el cuerpo. Tardó varias noches y no desistió pese a su debilidad. No era un trozo óseo. Era su falo. Imaginó entonces que no seria posible recuperarlo y que algún animal lo había devorado.


Micaela apenas y podía mantenerse en pie. Su rostro había diluido su belleza en el agotamiento. Había enflaquecido. Con todos los pedazos de su marido, recogidos en cada una de las provincias del antiguo imperio inca,  empezó su labor. En la más alta montaña reconstruyó el cuerpo. Armado, solo hacia falta cocerlo.. Pero recordó demasiado tarde que había gastado el hilo, que lo había utilizado salvando a su hijo.  Imaginó el reproche del hombre-dios shakal, pero supo, sobrentendió, que su esposo habría hecho lo mismo. Sin embargo tuvo una idea. Descoció su vestido, sacando de él un enorme hilo blanco. Solo entonces reconoció el símbolo del sueño.

Pero ya era demasiado tarde. Ella no podía frenar el destino.

Cuando el cuerpo fue reconstruido Tupac Amaru II se irguió frente a ella, poderoso, rodeado de truenos y de tempestad.  Desnudo, castrado, convertido en un dios, era ahora el padre del inframundo. Sin embargo era frágil. Él lo sentía, y así lo comprendía  Observó a su esposa. La observó con amor, con  una última mirada, llena de ternura.

—Discúlpame—dijo Micaela a sus pies, con los ojos cargados de lágrimas.

—Hiciste lo correcto— respondía él, con una sonrisa, mientras su cuerpo volvía a desquebrajarse.

El cielo se hizo un relámpago. Ella gritó de tristeza, pero sin culpa. Sabía que si hubiese sucedido otra vez, y hubiese tenido otra vez que elegir, haría lo mismo. Era más intenso su amor de madre que su amor por su pueblo, y por su esposo.

El hombre-dios shakal apareció de nuevo. Apenada, le entregó la aguja de cristal. Él, inexpresivo, tocó su pecho con la aguja. Entonces ella despertó. Estaba de nuevo en el campo de fusilamiento. Los soldados españoles estaban frente a ella, aun vivos, y habían disparado. Observándose a si misma, Micaela vio  manchones rojos que emergían de su cuerpo, de su vestido. Notó que en el centro de uno de ellos, estaba la aguja de Cristal.

Sonrió.  Pronto se reuniría con su esposo. Podría decirle con orgullo que hijo estaba con vida y a salvo.  Era lo único que importaba.




jueves, 2 de diciembre de 2010

La Strada para ver cine en "La Embarrada"

El próximo sábado 4 de diciembre se proyecta, en el cine de"La Embarrada" la pelicula de Federico Fellini "La Strada". Participan los actores Giulietta Masina y Anthony Quinn. Esta cinta cinematográfica se filmó en 1954, en italia. Tiene una duración de 103 minutos y pertenece al género de drama.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

¡Buenas Noticias!


Cecilia Vargas

Cerámicas

Homenaje a la chiva 35 años

animales y bahareques


La Galería Pérez Rojas ubicada en la plaza principal de Villa de Leiva, expone la obra artística de Cecilia Vargas del sábado 18 de diciembre de 2010 al domingo 16 de enero de 2011 y, luego, los fines de semana hasta el 20 de febrero de 2011. La obra es producto de muchos años de investigación sobre la cultura precolombina del sur del Huila. Las indagaciones y su búsqueda de identidad le han permitido reconocer el pasado aborigen.

Como Cecilia Vargas hace parte de la Tertulia Literaria "La Embarrada", el grupo celebra esta nueva oportunidad que tiene para que su obra sea admirada :"verdadero ejemplo de la artesanía que trasciende para convertirse en arte".