martes, 10 de julio de 2012


JAIRO OLIVEROS RAMIREZ
SOLO PARA RESPIRAR 


“Mercedes no sabe escribir  pero lo único que no sabe leer son los libros: lee las cartas, lee el tabaco y el cigarrillo, lee los caracoles, lee el sonido del fuego y la voz del viento, lee la taza de chocolate, no sé si la del té; pero lo que más le gusta y mas domina, es el arte de leer las manos.

 “Lo conoce como la palma de su mano. Línea por línea, de corrido y sin equivocarse, Mercedes lee el pasado, el presente y el futuro, lee los pensamientos, los buenos y los malos; tal vez por eso algunos mal pensados afirman que en su biblioteca no hay un sólo libro pero sí miles de manos…

 “Como ella en diversas regiones del país y en los más apartados rincones del planeta, existen estos depositarios de la memoria colectiva, del saber popular, el vox populi.  Son los abuelos y las abuelas, los yerbateros y las parteras, pastores y sembradores, oficiantes de una tradición que algunos han llamado la literatura de cordel; la tela de donde cortar hilvanada en la trama de la memoria colectiva”. Nos recuerda Luis Liévano Q 
            
 Y, son muchos los escritores de América Latina quienes recrean en sus novelas, en sus obras aquellas historias olvidadas, anónimas como los conflictos que asumen los seres humanos de este continente.

  Hombres perseguidos por la ignonimia y el olvido como los personajes en los cuentos del “Llano en llamas” y “Pedro Páramo” de Juan Rulfo. Mujeres asediadas, y abandonadas a su propio destino que se manifiesta con esos paisajes desolados y áridos como su propia vida.

 Un Julio Cortázar que nos descubre un mundo convulsionado por esas incomprensiones que llevan a descubrir otras facetas en los demás y en nosotros, aquellas pasiones olvidadas que un día descubrimos con nuestros rencores y tristezas.  Ahí, están “Rayuela”, “Historia de Cronopios y  de Famas”, “Bestiario”, “Las armas secretas”.

 El corrosivo e incisivo Juan Carlos Onetti quien en sus narraciones penetra los misterios y avatares del hombre latinoamericano como en “El Pozo”, “Para una tumba sin nombre”, “Tiempo de abrazar”, “Tierra de nadie”, y “Tan triste como ella”. También, en sus otras novelas y en sus cuentos. Podemos agregar que en ellas se conjugan ese espíritu de angustia, tedio, olvido y derrota.

 Otros como Augusto Roa Basto que con su obra “Yo el supremo” nos lleva a recorrer un mundo tumultuoso, un mundo de represión y persecución con la historia  narrada y  recuperada en cada palabra, tal vez como  hace García Márquez en “El Otoño del Patriarca”, el mismo Miguel Ángel Asturias en “El Señor Presidente” y Mario Vargas Llosa en “La fiesta del chivo”. Ellos lo hacen de una manera magistral, con la palabra labrada como el campesino prepara su era para que pueda alimentar, nutrir su cuerpo y su alma. Ideas que se encuentran en “Memorias del fuego” con “Los nacimientos”, “Las caras y las máscaras” y “El siglo del viento”del escritor uruguayo Eduardo Galeano.

  Y la poesía está ahí para mostrar otras facetas de vida latinoamericana. Entonces, aparece Pablo Neruda con “Canto General”. Poesías, como racimos de uvas, cargadas de ese aroma del viento, de ese sabor que brota de la tierra, de ese sueño que florece de la conciencia y de los brazos fortalecidos del trabajo y de la sustancia manifiesta en zozobra del hombre.

 Gioconda Belli que nos recoge el dolor en sus poemas; también nuestros ancestros y la lucha del hombre por recuperar una vida digna, por sueños que maduren los pensamientos para compartir la riqueza de la tierra. Sus sueños de recogen en “Sobre la grama”, “Linea de fuego”, “La mujer habitada”, “Waslala” y otros libros.

 Los  versos que desgarran pasiones en los poemas de César Vallejo. Es que los momentos que se viven no se disfrutan con la mayor intensidad  con que se desea, se sufre y se asume la vida, porque “Hay golpes en la vida, tan fuertes…Yo no sé!; también cuando “Quisiera hoy ser feliz de buena,/ ser feliz y portarme frondoso de preguntas” y otros tantos que nos golpea la miseria a que somos condenados. Y cuando exigimos nuestros propios derechos, estos se convierten en un peligro para nuestra integridad.

 Es agradable encontrar una literatura que reconforta y, al mismo tiempo, recrea nuestra historia, nuestras ilusiones por vivir y seguir viviendo con decoro.