lunes, 31 de agosto de 2009

COLUMNA SEMANAL TEMAS DE ANALISIS

TEMAS DE ANALISIS

 

Cumbre De Unisur, Perdedores y Ganadores

(Por Santiago Villarreal Cuellar)

 

Mucho se ha dicho y escrito por los diferentes medios de comunicación sobre los resultados de la Cumbre de los países que conforman lo que se llama la UNISUR, que se realizó el pasado viernes 28 de agosto en la hermosa ciudad de San Carlos de Bariloche, al sur de la república de la Argentina.

Los medios de los diferentes países reclaman victorias y éxitos de cada uno de sus presidentes que se hicieron presentes, que luego de ser observados con objetividad nos podemos dar cuenta en realidad, de quienes fueron perdedores y ganadores en este debate, que como se recordará, su tema principal fue la instalación de las bases militares gringas en territorio colombiano. Bueno, hay que decir que según los gobiernos de Estados Unidos y Colombia, no son bases militares, sino una especie de posadas inofensivas. Algo así, como cuando uno se va a casa de un vecino y le dice que le dé posada por unos días, y le asigne un rinconcito, ojalá con camita y todo.

Pero hagamos un análisis sobre el debate que nos permita vislumbrar realmente y sin apasionamientos "patriotas" sobre lo que realmente sucedió, por lo que pretendo calificar los hechos en tres categorías así: perdedores, ganadores y grandes perdedores de esta cumbre.

PERDEDORES: el presidente del Ecuador Rafael Correa, quien se dedicó a sacar gota a gota sus reclamaciones, para finalmente pedir reconciliación con nuestro país, cosa que no es necesario porque una cosa es que se disgusten los presidentes de una nación, y otra es que el pueblo de estas dos naciones tengamos excelentes relaciones. El pueblo ecuatoriano no puede vivir sin el pueblo colombiano y nosotros no podemos vivir sin ellos. Y eso mismo nos sucede con Venezuela.

Y a propósito de este último país mencionado, su presidente Hugo Chávez, mostró un protocolo que hace bastante tiempo viene circulando por internet, realizada por una firma de académicos norteamericanos de prestigiosas universidades de ese país, donde le recomiendan al Pentágono las estrategias que deben seguir en materia militar para los siguientes veinte años para todo el planeta. No constituye ninguna novedad, porque son documentos públicos y no se conoce con exactitud si el gobierno gringo los haya acogido o no. El resto de palabrería del señor Chávez la hemos memorizado hace mucho tiempo, pues en eso basa la mayoría de la doctrina de sus discursos. De modo que a mi juicio también resultó como perdedor en esta cumbre.

GANADORES: me parece que el presidente de Bolivia Evo Morales, aprovechó el inmenso despliegue de la prensa internacional para mostrarle al mundo las verdaderas dimensiones de lo que algunos gobiernos califican como terrorismo, y sobre lo inútil que ha resultado en los últimos veinte años la lucha contra el narcotráfico y drogas tipificadas como ilícitas. Por lo cual creo que salió ganador.

Pero en definitiva, fue el presidente del Brasil Luis Ignacio Lula Da Silva, quien se ganó los laureles, evitando los roses entre el presidente colombiano Álvaro Uribe y su colega venezolano Hugo Chávez. Se dio el lujo de regañar al presidente Correa del Ecuador por no haber sido objetivo desde el principio de la reunión, y lo mismo hizo con Chávez por dilatar con su intervención, sin concretar nada. Pero su mayor audacia la constituye el hecho de que solicitó que el señor Obama diera una explicación al pueblo Latino-Americano, de porqué pretende instalar estos ejércitos en tierras de nuestro continente.         

GRANDES PERDEDORES: en primer lugar los Estados Unidos, pues es la primera vez en la historia que casi todos los países del hemisferio se pronuncian en contra de su presencia militar en alguno de sus países. Y esto es apenas el comienzo de una gran batalla por la unificación de estos pueblos hermanos que han logrado tomar conciencia, como lo hizo Europa en su momento, que solo la unidad los puede independizar del coloso del norte.

Y en segundo lugar perdió también Colombia, en la medida de que se mantenga esta nefasta política internacional, de arrodillarse demasiado al gobierno gringo, y pelearse con sus vecinos hermanos, por lo que poco a poco se esta quedando nuestro país aislado del momento histórico que vive el continente, y parte del resto del mundo.

Cuando el gran árbol que nos prodiga sombra comienza a dar muestras de decadencia, hay que buscar nuevos y frescos bosques para no perecer con él.    

Pitalito, septiembre 01 de 2009.    



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martes, 11 de agosto de 2009

SEGUNDA COLUMNA OBSERVATORIO

EL OLOR A DOMINGO POR LA MAÑANA

Cuando comenzó a llover sobre la tierra seca, desnuda de vegetación, unos gruesos goterones se estrellaban con ese suelo de color rojo, sediento de agua, que desde el mes de junio, cuando se inició el verano no recibía ni una gota. Hoy, cuando ya comenzaba el mes de marzo, solo el polvo se remolineaba al vaivén del lento huracán que soplaba las tardes calurosas. Desde hacía dos horas, vi como se comenzaron a formar negros nubarrones que llegaban de Serra Tumucumaque y Serra Lombarda, lo que anunciaba una tormenta como nunca se había visto antes en la estancia.

Hace tres años llegué a Serra Do Navio, acompañado de mi madre, procedente de Belém del Pará, y al percibir el olor de la primera lluvia después del largo verano, quedé profundamente impresionado. Sí, ese era un olor agradable, un olor particular, un olor que los adultos no percibían porque se acomodaban sus pañuelos en sus narices tratando de huir de ese excelente olor que solo yo, y nadie más que yo, disfrutaba.

Oto, el mejor vaquero de la estancia me dijo cuando comenzó a llover: —Tapate la nariz niño. ¿No vez que sorber ese olor a polvo es maluco para los pulmones? — Mientras él se cubría su nariz con una toalla amarilla, manchada de color marrón, a consecuencia de alguna sustancia vegetal.

-- Ese olor se parece a domingo por la mañana. —Le respondí. -- Sí, es el mismo.

Me llamo Pico Méndez, y aprendí desde muy niño a distinguir el olor a domingo por la mañana, cuando mi madre me obligaba los domingos a levantarme muy temprano, me vestía con esos pantalones de dril cortos de color caqui, ya desteñido, y cuyas mangas terminaban mas abajo de mis rodilla, sostenidos por tirantas de resorte. Luego me colocaba la camisa blanca, que ya estaba trasparente de tanto lavarla en el río, y que la golpeaba con un garrote para que soltara la mugre. Luego, ya vestido, me llevaba a la Iglesia de Sao Louis, donde el padre Joao Batista siempre anunciaba el fin del mundo en el sermón, después de leer el evangelio del día.

--Toda esta sequía que se está viviendo por estos calurosos meses. Todo este varano que ha venido quemando nuestra piel, que hierve nuestra sangre –Decía durante la homilía de la misa del domingo en la mañana el padre Joao Batista, mientras entrecerraba sus ojos.

--Todos estos huracanes que se llevan el polvo de la tierra, toda esa mortandad de ganado como consecuencia de este interminable verano, todos esos esqueletos de animales que se encuentran esparcidos por la tierra seca, toda esta calamidad que estamos viviendo, ya estaba profetizada en las Sagradas Escrituras. Allí, en el libro del Apocalipsis dice muy claro, que el fin del mundo comenzará con fuego. Ese fuego que arrasará con todo lo que existe sobre la tierra. Pero recuerden hermanos, que solamente aquellos que estén en comunión con Cristo, serán los únicos salvados, serán los únicos rescatados y luego serán llevados al reino del Señor. —Continuaba diciendo el padre Joao Batista, mientras yo lo escuchaba sorprendido.

Siempre me quedaba dormido mientras estaba sentado en la banca de madera durante la misa, y cuando el padre Joao Batista comenzaba la homilía, soñaba cómo enormes llamaradas de fuego me quemaban mi cabeza, mis manos, mis pies y entonces sentía que un ser extraño, invisible, me halaba para rescatarme del fuego eterno del fin del mundo. Pero cuando me despertaba, sentía la mano fuerte de mi madre, que me halaba bruscamente de mi brazo izquierdo, despertándome para que continuara escuchando la misa.

No siempre el olor de la lluvia se parecía a domingo por la mañana. No. Ese olor solo se producía cuando dejaba de llover un buen espacio de tiempo, cuando la grama de los criaderos se secaba, y en el suelo se abrían grietas que formaban figuras caprichosas con las que yo disfrutaba jugando a hacer mapas. Luego se comenzaba a formar el polvo sobre la tierra seca de color rojo. Ese maravilloso polvo que a mí me agradaba tanto. Con mis pequeñas manos, resecas por el sol, recogía las manotadas de ese maravilloso polvo colorado y las lanzaba al aire, que lo esparcía a otros lugares, y del cual emanaba otro olor agradable que solo yo percibía y disfrutaba.

El olor del polvo de la tierra colorada, cuando se lanza al aire, huele a mugido de vaca blanca con cuernos grandes y puntiagudos cuando camina despacito. Sí, solo cuando se formaba ese polvo colorado, agradable sobre la tierra seca y llegaba la primera lluvia, después del intenso verano, solo allí yo podía percibir, cual delicioso manjar de ese olor a domingo por la mañana.

Porque había que estar alerta a la caída de la primera lluvia, después del verano, cuando caían los primeros goterones, era justo allí que emanaba ese olor particular. Cuando caía la segunda lluvia, ya no era lo mismo, y el olor a domingo por la mañana cambiaba de aroma, y aunque seguía siendo muy agradable, ni siquiera se comparaba con la primera lluvia, después del largo verano. Ese olor que producía la segunda lluvia, olía a mil pies mesclado con alas de colibrí. Sí, yo lo había examinado muy bien desde que llegué a Serra Do Navio.

Cuando solitario me internaba en el espeso bosque, cogía en mis manos los mil pies, rojos, negros, amarillos, grandes y pequeños que al sentir el contacto de mi mano, sus cuerpos expelían un olor penetrante. Y en las tardes, cuando el pequeño colibrí de color verde oscuro brillante llegaba a recoger el néctar de las flores de las trinitarias, sembradas alrededor de la casa donde vivíamos, percibía el olor que le salía de debajo de sus alas. Fue entonces cuando asocié los dos olores: el de los mil pies, con el de las alas de colibrí en pleno vuelo.

Esa tarde cuando comenzó la lluvia, cada goterón de agua chocaba contra el polvo colorado seco, originando un pequeño volcán sobre la tierra seca y aumentando más y más la intensidad del olor. Pero cuando la lluvia le gano la batalla al polvo, lo humedeció, y cuando pasó más de media hora, comenzó a formar charcas. ¡Que lastima! Ya no olía a domingo por la mañana. Entonces solo disfrutaba, viendo cómo el agua le ganaba la lucha a la tierra seca que chupaba y chupaba, sedienta, irresistible, insaciable. Finalmente, cuando la lluvia ceso, después de cuatro horas, el suelo le gano la batalla, y se chupo hasta la última gota de agua, y las grietas sobre la tierra seca comenzaron a desaparecer.

Nunca antes en mi vida disfruté tanto como ahora que vivimos en la estancia de Serra Do Navio. Todo sucedió un día cuando mi madre decidió que debíamos trasladarnos de Belém del Pará, a Serra Do Navio.

Recuerdo que abordamos un viejo bote que estaba repleto de canastas de cerveza, cajas de cartón que contenían latas llenas de aceite de soya, canastas de gaseosa y confitería de diferentes marcas y sabores. Comenzamos la travesía por uno de los canales naturales que forma el delta del Río Amazonas y da origen a la Isla de Marajó. Luego de una larga jornada, navegamos hasta llegar a la otra orilla del grande y majestuoso río que yo no conocía, y llegamos al Puerto de Macapá. Después de allí hicimos otro largo viaje por tierra hacia el nor-oriente, en dirección a la ciudad de Serra Do Navio, donde luego nos internamos con dirección al norte, hasta que por fin llegamos a esta hermosa hacienda, donde el verano es largo, la lluvia cae con mucha fuerza, con enormes goterones y los truenos retumban en el techo de la desvencijada vivienda elaborada de madera.

—Tenemos que quemar palma vendita, Pico.

Decía mi madre mientras sostenía un tiesto de barro cocido lleno de brasas al rojo vivo, sobre las cuales colocaba pedacitos de hojas secas de palma.

—Con esto nos libraremos de que nos caiga un rayo o una centella. —

Y comenzaba a recorrer los pasillos de la casa con el tiesto colocado en sus manos sobre un grueso pedazo de trapo sucio para que sus manos no se quemaran.

Durante los días anteriores a la semana santa, mi madre recolectaba hojas de palma, las cuales ambos transportábamos el día domingo de ramos por la mañana, hasta la Iglesia de Sao Louis, y después de la misa eran bendecidas por el padre Joao Batista. Pero también cargaba con velas de cebo, fósforos y agua del río para que el padre las bendijera y luego mi madre las guardaba como reliquias sagradas.

Cuando vivíamos en Belém, en uno de los barrios de la periferia del bello puerto, mi mayor deleite consistía en ver cómo los obreros de las obras públicas municipales mesclaban tierra gredosa de color rojo con arena extraída de la playa, y piedras redondas, con las que realizaban el mantenimiento de las vías del barrio. Pero entonces cuando llovía, que era muy frecuente, allá no se percibía ese olor delicioso a domingo por la mañana.

Cuando llovía torrencialmente, desde el balcón de la vivienda donde nos alojábamos, me quedaba electrizado observando cómo las calles se trasformaban en un río, en cuyo lecho navegaban a gran velocidad latas de cerveza vacías, botellas de vidrio y plástico, bolsas plásticas, pedazos de trapo, papeles, objetos multicolores y a veces hasta juguetes que yo no poseía. El caudaloso río de la calle transportaba toda esa cantidad de objetos hasta el mar, donde las bravías olas que se formaban por la tarde, arrinconaba todos esos elementos en la orilla de la playa. Al día siguiente, acompañado con otros amiguitos de mi edad, salíamos muy temprano en horas de la mañana a escoger y recolectar esa mercadería de desechos, lo que considerábamos útil para jugar.

Pero aquí al norte de Serra Do Navio, en las inmensas y calurosas planicies donde la tierra sigue teniendo esa tonalidad de color rojo pálido, y se torna gredosa en invierno, igual que allá en Belém del Pará, no existe el mar de aguas turquesas, sino un verde mar de pastizales y sabanales, entreverados con pequeños grupos de bosque, y cuando llega la temporada de verano se comienzan a marchitar lentamente, hasta que se secan, y queda solo alguno que otro árbol corpulento con signos de vida, completamente deshojado. Los arbustos de trinitarias que circundan la vieja casa de madera donde vivimos, florecen de bellos colores rojos morados, rojo sangre, rosadas, amarillas y blancas, en donde los colibríes de color verde oscuro brillante llegan en las tardes a chupar el néctar. Pero luego sucumben debido al intenso verano, y de ellas no quedan sino las chamizas que el viento huracanado estremece, hasta que finalmente las doblega, quebrándolas y esparciéndolas por la tierra seca.

Me gustaba caminar por esos pajales secos, y podía oír el sonido del tras, tras, de cada paso de mis pies descalzos, hundiéndose en esa esponjada alfombra, sintiendo la suave caricia de la grama seca donde quedaban marcados mis rastros. Entonces me volvía para observar y luego contarlos uno a uno.

Cuando en los meses de diciembre y enero comenzaba la temporada de huracanes frescos, que llegaban desde la serra de Tumucunaque y serra Lombarda, los restos de la grama y la paja seca, eran levantadas por el aire, formando remolinos y tornados, los cuales recorrían varios kilómetros, y luego se desvanecían, quedando la tierra colorada, calva de todo vestigio de vegetación, mientras yo disfrutaba observando esos fenómenos naturales.

Con el paso de los días, se comenzaba a formar el polvo colorado que esos mismos vientos se encargaban de esparcir por diferentes lugares, y sobre el suelo aparecían las primeras grietas. El calor durante el día se volvía a veces insoportable, y hacía transpirar nuestros cuerpos. Donde nos sentábamos en los bancos de madera, quedaba impregnada la humedad que olía a agua con sal. Comenzando las primeras horas de la tarde, corría presuroso hasta llegar al río, donde desnudo me arrojaba y nadaba hasta que mis dientes rechinaban, pues el viento de las cinco me producía tanto frío, que me obligaba a regresar a casa.

Al finalizar ese mes de marzo, mi madre regresó después de una semana de viaje, procedente de la ciudad de Serra Do Navio, y me anunció que ayudara a recoger las pocas pertenencias que poseíamos, porque regresaríamos a Belém del Pará la próxima semana.

–A qué iremos a Belém mamá. —Le pregunté sorprendido.

—Viviremos allá de nuevo, Pico. Mi hermana mayor me consiguió un trabajo y tu ya estas en edad de trabajar también. —Terminó diciéndome mi madre.

Esa noche yo no podía dormir, y me revolcaba en mi chinchorro, y, no obstante, la torrencial lluvia no cesaba, continuaba haciendo un intenso calor que me hizo transpirar como nunca antes. La luz de los rayos iluminaba la habitación, y luego de unos segundos se escuchaban los estremecedores sonidos producidos por los truenos.

Yo no quería volver a Belém, pues durante los tres años que llevábamos en esta región, me había enamorado del bello y majestuoso paisaje de esta estancia y de toda esta tierra de Serra Do Navio.

Tres meses después, a comienzos del mes de junio, cuando empieza la temporada de verano, en la Laguna de La Muerte, una laguna fangosa ubicada en la parte plana donde comienzan las estribaciones de la Serra Tumucumaque, distante trescientos kilómetros al norte de Serra Do Navio, lugar y hábitat de la serpiente anaconda más grande del mundo, que llegó a medir treinta y dos metros con setenta centímetros de longitud, y cuyo diámetro en el centro de su cuerpo midió dieciocho pulgadas, Ignacio Do Silva, el Comisario de la región, acompañado de cuatro policías del Estado, rescataron un montón de huesos de humano ya molidos, encontrándolos revueltos con el excremento seco que la serpiente dejó sobre la sabana a la orilla de la laguna.

Por fin lo hemos encontrado --dijo el Comisario mientras se limpiaba su frente con una toalla verde.

--Desde la misma noche que desapareció, no hemos cesado ni un momento de buscarlo. Pero no me imaginaba que estuviera tan lejos. — Agregó Ignacio Do Silva.

Uno de los policías que acompañaba la comisión de búsqueda, que hacía las veces de secretario preguntó al Comisario:

--Es preciso colocar la fecha de hoy en el informe, explicando que llevamos tres meses buscándolo, Comisario?—

--No, no es necesario especificar lo del tiempo que llevamos de búsqueda. --Manifestó el Comisario, mientras extraía de su mochila un pedacito de papel, y se lo extendió al policía secretario.

—Anexe esta prueba al informe, Oficial. —

El policía tomó en sus manos el papelito desarrugándolo y lo leyó en voz baja:

"Marzo 30 de 1993.

"No quiero irme de esta bella región, porque quiero seguir percibiendo cada año el olor a domingo por la mañana.

"Atentamente,

"Pico Méndez."

Pitalito, 03 y 04 de febrero de 2009.

Autor : Santiago Villarreal Cuellar

Tertulia la Embarrada




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DOS COLUMNAS

TEMAS DE ANALISIS

Relaciones Internacionales: Jugando Con Fuego.

(Por Santiago Villarreal Cuellar)

Después de la guerra de 1930 que Colombia libró con el Perú, en la que se disputaba un pedazo de selva amazónica y en la cual no se alcanzó a librar una batalla abierta, sino que se limitó a unas pocas escaramuzas y en la cual, gracias a la diplomacia se solucionó rápidamente, nuestro país no había vuelto a registrar a lo largo de su historia de los últimos setenta y nueve años otro conflicto fronterizo como el que se está viviendo ahora.

Verdad es que el conflicto con Venezuela siempre ha estado latente, pero no por asuntos de estrategia geopolítica, sino por la delimitación territorial en la zona de la Guagira, lo mismo que por el área que comprende las aguas marinas y submarinas de esa región fronteriza, que incluso, no se ha solucionado todavía.

Pero pretender nuestro gobierno colombiano, crear un conflicto con Venezuela y con el Ecuador, países que se han destacado históricamente por tener las mejores relaciones con nuestra nación, en lo comercial, en lo político, en la hermandad y solidaridad que siempre ha existido entre las tres naciones por su cercanía y por sus raíces históricas paralelas, no se había registrado jamás.

Y todo este conflicto obedece a asuntos de estrategia geopolítica. Analicemos porqué: Al llegar Hugo Chávez Frías al poder en Venezuela, dio un giro totalmente distinto a la política interna de su país, lo mismo que en las relaciones internacionales, introduciendo un modelo económico distinto al sistema neo-liberal impuesto por Europa y los Estados Unidos. Aspecto que obviamente molestó a los gobiernos y a las multinacionales que han saqueado por más de cien años la riqueza de nuestros países tercermundistas.

Estableció lazos comerciales, económicos, políticos, tecnológicos y diplomáticos con naciones rivales del país de norte, como China, Rusia e incluso Irán.

El mismo ejemplo siguieron pueblos como Bolivia con Evo Morales, Nicaragua con Daniel Ortega, de nuevo, Argentina con Néstor Kísner, Ecuador con Rafael Correa y en menor escala otros gobiernos latinoamericanos que aunque no son tan radicales, están siguiendo el mismo ejemplo. Porque hay que reconocer que son los pueblos los que han elegido legítimamente a estos gobiernos dentro del modelo que aquí llamaos democracia. No son gobiernos impuestos o de facto como el que hace más de un mes impusieron a la fuerza en Honduras con la venia del señor Obama.

Pero en nuestra Colombia que eligió un presidente como el doctor Álvaro Uribe Vélez, que aun hoy goza de una gran popularidad, sobre todo en las clases más pobres, se le ocurre a él que el modelo económico fracasado y por el cual todo el planeta se encuentra en crisis económica, en Colombia debe de continuar. Y como si esto fuera poco, obedeciendo las ordenes del gobierno norte-americano, ha comenzado una lucha con los países vecinos con el ánimo de crear un conflicto internacional que podría tener unas características imprevistas, en las que los más perjudicados seremos nosotros los colombianos. Ya lo estamos sintiendo, sobre todo en las zonas fronterizas y en el comercio entre estas naciones.

Se le está dando un manejo a las relaciones internacionales de Colombia, yo diría en una forma deportiva, irresponsable, que nos puede llevar a una situación peligrosa. Y todo ese manejo por seguir obedeciendo políticas dirigidas por una nación como los Estados Unidos, que perdió en Latino-América su poder de dominio y maniobra, pero sobre todo en el manejo y saqueo de las riquezas de estas naciones mencionadas. Les molesta a quienes manejan el poder en la nación del norte que ya muchos gobiernos de este continente hayan dejado de ser sus cipayos.

Debe el señor presidente Uribe, lo mismo que su equipo de gobierno recapacitar y buscar por la vía de la diplomacia y el dialogo, mejorar estas tensas relaciones con los vecinos. Y debe también dejar de humillarse tanto ante las ordenes del gobierno norte-americano y buscar mas bien una segunda independencia de Colombia.

Pitalito, agosto 11 de 2009  

santi66@hotmail.es

 

 

 

 

 

 

 

               



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