sábado, 19 de noviembre de 2011

Por JAIRO OLIVEROS RAMÍREZ
PUNTADAS AL DEDAL
UN RECINTO PARA UNAS CUANTAS PALABRAS

Leer es un oficio. Leer consiste, tal vez, en aprender a leer; en aprender a leer palabra por palabra, a leer de a poquito; aprender a leer con el tacto de los sueños, de las razones y la sin razón. Aprender a leer con el gusto, con el sabor que tiene cada palabra. Aprender a leer con los aromas que contienen cada palabra, los aromas que se van escurriendo en cada reglón, en cada página. Leer, un oficio que nos enseña a leer cada palabra, cada renglón, cada página; nos enseña a sentir con el olfato los demonios que existen en los ambientes de cada página de una narración. Leer se convierte en el placer de explorar cada página, cada obra literaria.

Hay que aprender a leer un escritor; aprender a leer cada una de sus obras literarias. Cada novela como cada cuento contienen sus propios sabores, aromas. Guardan ese misterio que seduce con palabras el espíritu del lector. Cada texto del autor posee su propio ritmo e intensidad para descubrir, para disfrutar la palabra labrada, de la misma manera como el escritor construye los personajes y cómo cada personaje adquiere identidad.

Se lee en “Gabriela, clavo y canela”, novela del escritor Jorge Amado, la manera como se fusionan los sabores y aromas de tradiciones y costumbres del pasado y el presente. Y como se recogen momentos históricos relacionados con la caña de azúcar. Aquellos aromas y sabores que atraviesan los sueños del árabe Nacib y Gabriela, sueños que germinan del dialogo entre el cuerpo, la visión y los sentimientos. Los amores clandestinos de los terratenientes. El mundo de provincia. En “Gabriela, clavo y canela” brilla un equilibrio entre el lenguaje, el tiempo, el espacio, la gastronomía; esa cosmovisión rural, urbana y aquellos sueños que viajan y regresan por mar desde Portugal.

Se percibe en la novela el erotismo en la imagen de Gabriela. Mujer libre, entregada al viento. Ella es el equilibrio entre su pensamiento y su entorno, su casa y su calle. Mujer que fluye de sí misma, como la misma fuerza del universo. Delicadeza y furor. Sabor y ritmo, música y aroma. Gabriela es el juego entre la intensidad de la palabra y la vida que lleva; una vida que camina y que arrastra con sus propias fuerzas que adquiere de la tierra y el viento, de la lluvia y el bosque. Gabriela es suelta como ese viento que la alimenta y el lenguaje deja que el lector construya, acomode esa imagen de Gabriela.

Y, por supuesto que “Doña Flor y sus dos maridos” tiene otra intensidad. De la misma manera cada personaje en “Gabriela, clavo y canela” desarrolla sus propias ideas, sus pensamientos, sus sentimientos que se mezclan con los vientos rurales. No son del mismo carácter Nacib y Gabriela y todos los lectores no experimentan, no piensan y sienten lo mismo.












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