Uno
aprende que el río es para disfrutar. Se va al río a gozar. El viaje del paseo
en el la corriente del río. Y, cuando se es niño la felicidad es plena. Los
niños alcanzan la dimensión del asombro y la alegría. En cambio los mayores
padecen, se aterrorizan, se asustan.
Luego descubre el miedo, el pavor por el
río, digamos que se aprender a tener
miedo al río y con el miedo surge el respeto por sus agua, por su misterio, el
río se vuelve entrañable desde lejos y de cerca y mucho más de cerca que de lejos.
Cuando estamos con él escuchamos sus
sonidos, su canto, su misterio. Empezaba a soñar con el río. Ríos enormes,
extensos. Caudalosos. Ríos que arrastraban sueños. Ya no eran alegrías, eran
desgracias. El río se asume, se apropia de sí mismo, nos arrebata los sueños,
las tristezas y nos entrega felicidad. La alegría y la felicidad desaparecen
por quienes se roban el río.
Luego vienen las pautas para robar un río.
Sí. ¿Ustedes saben cómo se roba? Hay varias maneras de robar un río. Veamos
algunas. El olvido de los citadinos, la contaminación, vender el agua del río,
construir represa a nombre del progreso. ¡Ahí, la deforestación es arrasar con
el río. Y otras.
El otro día recordaba a mi abuelo Eladio y
el otro abuelo: Octavio se llamaba. Ambos crecieron al lado del río como los
pueblos. Villavieja es un pueblo que se fue quedando sin alma por el río, es
que los pueblos se olvidan de los ríos. La Jagua es un caserío lleno de
hermosura, de sueños y nostalgias cerca al río Magdalena. Es como un resplandor
de historias.
En Neiva el río La Ceibas se quedó solo y
está feneciendo. Lo dejamos morir. Nos olvidamos del río. Ese río que nos dio
alegría cuando éramos chicos. La quebrada la Toma es una cloaca lo mismo que Ríoloro
en Neiva – Río del oro-. Hemos ido
acabando con los ríos, somos inmunes a los ríos, no nos causa ningún dolor y
asombro. En Pitalito se asesinó la quebrada Cálamo y no se han hecho reclamos,
pero quien va a reclamar si todos somos cómplices.
Un día
aprendí que el río tiene su propio nombre: Yuma, que significa “agua para los
amigos”. Es una hermosa metáfora. El nombre se lo quitaron y le colocaron otro,
el que hoy conocemos como Magdalena, qué en honor a María Magdalena. Creo que
fue, es una falta de respeto con el río, con el territorio, con las culturas de
aquella época y de hoy, con los hombres, con la humanidad. Es una manera de
borrar memoria e historia A Europa no le han cambiado el nombre.
Esta
el río de la historias. Por ahí incursionaron los conquistadores. Los
pobladores de la colonia. Por ahí viajó Simón Bolívar en busca de la libertad y
por ahí regreso para morir en Cartagena nos dice Gabriel García Márquez en “El
general en su laberinto”. El río Magdalena, el Yuma, es el río de la vida, del
progreso.
Mis recuerdos del río Magdalena son de mi
infancia. El temor que me infundía mi padre, un respeto por el río. Yo lo veía
inmenso, con anhelo y miedo de viajar por el río, conocer el río era observarlo
desde la orilla, sentirlo pasar, en aquellos tiempo un río caudaloso, sentir el
río era sentir miedo, pánico. EL río de los cazadores, las lavanderas, de los
pescadores, de las aves. De las historias del Taitapuro, del Mohán. El río nos
mostró a los pescadores con su habilidad para lanzar el chile o la atarraya con
maestría desde la canoa y no caer al agua. También, los bocachicos que
disfrutaba de pequeño con ese sabor a río, a familia.
Por
San Agustín, en ese hueco, como llaman un cañón, ahí parece un embudo después
del cruce a Isnos. Y, uno va escalando el río por el borde de la montaña para
penetrar, descubrir el macizo, la cuna del Yuma. Son los colores que nos
acercan al río. Los colores del paisaje y uno siente la historia, los murmullos
del río, el canto del río, los reclamos del río. O como dice William Ospina el
río nos habla pero no lo escuchamos y
mucho menos lo entendemos, no entendemos su lenguaje. Por eso lo dejamos morir.
En Garzón, en La Jagua uno se pasea por
las riveras de otro río, sus voces se escuchan en la distancia, desde lejos nos
canta sus pesares, sus aventuras y desgracias. Nosotros no sabemos del río,
quienes saben del río son quienes siempre han vivido con él, siempre han estado
con él, han dormido y bailado con él, han seguido y sentido su danza y
cuando el río se acaba mueren su ribereños, los pueblos como viene sucediendo con
las represas de Betania y el Quimbo.
En el cruce de La Plata, allá, en la
distancia, aparece la montaña, se
observa el color colorado, uno se encuentra con otra alma del río. Es un río
cercano, un río que avanza como aromas de quienes sueñan en su rivera el
próximo sol, ellos son los parroquianos del río.
Hoy,
es un río que están secando, lo secamos, lo contaminamos y no supimos cómo ni
cuándo. Pueda ser que no le pase lo mismo que al río Colorado.
Imagene tomada de internet: https://democraciaenlared.wordpress.com/2015/04/17/que-buscan-los-chinos-en-el-magdalena/
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