sábado, 18 de marzo de 2017

Por Jairo Oliveros Ramirez. EL MORRAL DEL OFICIO



Siempre los libros. Los inalcanzables libros. Los libros que cubren expectativas, sueños e ilusiones cuando se ha tenido una formación para disfrutarlos. Disfrutarlos quiere decir conocer sus argumentos, su historia, qué transmite y enseñan o qué están comunicando. También son interesantes cuando muestran una atractiva portada, un diseño agradable.
Uno se encuentra con libros que nos llevan por épocas y personajes de la historia como ese fantástico y mágico libro que nos revela las pesadumbres de Oscar Wilde. De profundis, en género epistolar, para mostrar, desenmascarar los secretos de Oscar Wilde. Un Wilde que se desconocía en su época y que permiten acercarnos a su poesía y lo que fue su vida, un estilo de vida. Una vida desesperada y atormentada como lo fue su epónimo Edgar Alan Poe o un Charles Baudelaire. O los poetas malditos: Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Paul Verlaine. O un Federico Nietzsche para descifrar y tratar de comprender. Siempre será eterna. Siempre se disfruta y se goza su escritura punzante, ambigua. O aquellos cuentos ambientados en el pánico, el terror y lo misterioso que nos busca Auguste Villiers de L'Isle-Adams,  E.T.A Hoffmann para acercarnos al conocimiento.
Y desde otra óptica nos acercamos al argentino Alberto Manguel que nos presenta “una historia del libro”, (Editorial Norma: 1999). Un más que ameno recorrido por varios caminos y épocas del libro, de la lectura, es la historia del ser humano desde la antigüedad, digamos que desde los griegos como los sumerios, la edad media y el renacimiento hasta el siglo XX a través de ese misterioso personaje que es el libro. Misteriosos en el sentido que para algunos, o muchos son tediosos y que para otros los libros son como el microscopio porque permiten ver mucho más allá de lo evidente
Y otro recorrido marcado por periodos lo encontramos en “Historia de la lectura en el mundo occidental”, un libro de editorial Taurus. Aquí se manifiesta qué se pretendía con la lectura y los libros por ejemplo en la ilustración o durante el renacimiento.
Y son libros interesantes porque atraviesan ese sendero de luces que se riegan en un camino de sabiduría. Y existen hombres que como espigas crecen por las raíces del conocimiento buscando un chorro de luz que alcance a todos los seres humanos. Y aparecen otros libros que para muchos no despierta el alba de saborear ese ámbito de colores que encierran las letras del conocimiento. De tal manera, hay que ser forjado en la fragua de la lectura, de los libros y el conocimiento. O Como nos asombra el mundo que se yergue en el libro de Walt Whitman: “Hojas de hierba” y su inolvidable “Canto a mí mismo” (otros momentos de la modernidad) y que luego heredara Pablo Neruda en “Canto general”. Y que tal ese “Calila y Dimna”. Un recorrido por ese recóndito mundo que alberga el hombre a través de la historia.
O libros que buscan descubrir nuestra interioridad latinoamericana. Un libro contribuye a forjar el espíritu, es como el crisol donde se forja las formas del pensamiento como con el hierro. Allí, se yergue los vientos del ser humano. De esa manera, podemos agregar, se levanta la novela latinoamericana. La novela nuestra recoge nuestro mundo. Aquellas ideas que aparecen en Pedro Paramo de Juan Rulfo. En “Todas las sangres” de José María Arguedas. O la manera como se fraguan y construyen nuestros ideales en “Tríptico de la infamia” de Pablo Montoya. O en la misma trilogía de William Ospina: “Ursúa”, “El país de la canela”, “La serpiente sin ojos”. También de Carlos Perozzo “Hasta el sol de los venados”. O las mujeres o el Brazil de Jorge Amado en “Doña Flor y sus dos maridos” o “Gabriela Clavo y canela”. O las palabras fluidas de Marina Colasanti. La interioridad lacónica de Clarice Lispector. O la vida escindida de  Jacobo Fijman y Roberto Juarroz como la cuenta Omar Ardila Murcia en “Devenires menores”.
O los libros de Stephen Hawking como “El universo en una cáscara de nuez”. O “Brevísima historia del tiempo”. También, “El hombre que calculaba”. “El diablo de los números” de Hans Magnus Enzensberger. “La maldita matemáticas” de Carlo Frabetti. Todos relacionados con la ciencia.
Y, por otra parte agregar que en Pitalito los escritores cosechan palabras para la posteridad como hace Omar Ardila Murcia. Él forja la palabra desde el cine, la poesía, la filosofía. Nace de la palabra y el campo con los aromas del café. O el Pitalito en la lupa y palabras de “Seis cuentos sobre ruedas” de Leonel Ramirez Cerquera. O Ese misterioso acontecer que se entrevé en “La galería de lo grotesco” de Oscar Mauricio Corzo Gaviria. Y, por supuesto, que están las novelas de Benhur Sánchez Suárez como “La noche de tu piel” o “Buen viaje, General”.
Los libros son mágicos y maravillosos. Llenos de fantasía, realidad y misterios. Ellos guardan el pasado que siempre es presente. Solo necesitan ser abiertos y leídos. Ellos, para mostrar toda una época o momentos. Instantes que serán eternos en los libros como lo es Homero o Isaac Newton.



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