Siempre los libros. Los
inalcanzables libros. Los libros que cubren expectativas, sueños e ilusiones
cuando se ha tenido una formación para disfrutarlos. Disfrutarlos quiere decir
conocer sus argumentos, su historia, qué transmite y enseñan o qué están
comunicando. También son interesantes cuando muestran una atractiva portada, un
diseño agradable.
Uno se encuentra con libros que nos
llevan por épocas y personajes de la historia como ese fantástico y mágico
libro que nos revela las pesadumbres de Oscar Wilde. De profundis, en género
epistolar, para mostrar, desenmascarar los secretos de Oscar Wilde. Un Wilde
que se desconocía en su época y que permiten acercarnos a su poesía y lo que
fue su vida, un estilo de vida. Una vida desesperada y atormentada como lo fue
su epónimo Edgar Alan Poe o un Charles Baudelaire. O los poetas malditos:
Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Paul Verlaine. O un Federico Nietzsche para
descifrar y tratar de comprender. Siempre será eterna. Siempre se disfruta y se
goza su escritura punzante, ambigua. O aquellos cuentos ambientados en el
pánico, el terror y lo misterioso que nos busca Auguste Villiers de
L'Isle-Adams, E.T.A Hoffmann para acercarnos al conocimiento.
Y desde otra óptica nos acercamos al
argentino Alberto Manguel que nos presenta “una historia del libro”, (Editorial
Norma: 1999). Un más que ameno recorrido por varios caminos y épocas del libro,
de la lectura, es la historia del ser humano desde la antigüedad, digamos que
desde los griegos como los sumerios, la edad media y el renacimiento hasta el
siglo XX a través de ese misterioso personaje que es el libro. Misteriosos en el
sentido que para algunos, o muchos son tediosos y que para otros los libros son
como el microscopio porque permiten ver mucho más allá de lo evidente
Y otro recorrido marcado por
periodos lo encontramos en “Historia de la lectura en el mundo occidental”, un
libro de editorial Taurus. Aquí se manifiesta qué se pretendía con la lectura y
los libros por ejemplo en la ilustración o durante el renacimiento.
Y son libros interesantes porque
atraviesan ese sendero de luces que se riegan en un camino de sabiduría. Y
existen hombres que como espigas crecen por las raíces del conocimiento
buscando un chorro de luz que alcance a todos los seres humanos. Y aparecen
otros libros que para muchos no despierta el alba de saborear ese ámbito de
colores que encierran las letras del conocimiento. De tal manera, hay que ser
forjado en la fragua de la lectura, de los libros y el conocimiento. O Como nos
asombra el mundo que se yergue en el libro de Walt Whitman: “Hojas de hierba” y
su inolvidable “Canto a mí mismo” (otros momentos de la modernidad) y que luego
heredara Pablo Neruda en “Canto general”. Y que tal ese “Calila y Dimna”. Un
recorrido por ese recóndito mundo que alberga el hombre a través de la
historia.
O libros que buscan descubrir
nuestra interioridad latinoamericana. Un libro contribuye a forjar el espíritu,
es como el crisol donde se forja las formas del pensamiento como con el hierro.
Allí, se yergue los vientos del ser humano. De esa manera, podemos agregar, se
levanta la novela latinoamericana. La novela nuestra recoge nuestro mundo.
Aquellas ideas que aparecen en Pedro Paramo de Juan Rulfo. En “Todas las
sangres” de José María Arguedas. O la manera como se fraguan y construyen
nuestros ideales en “Tríptico de la infamia” de Pablo Montoya. O en la misma
trilogía de William Ospina: “Ursúa”, “El país de la canela”, “La serpiente sin
ojos”. También de Carlos Perozzo “Hasta el sol de los venados”. O las mujeres o
el Brazil de Jorge Amado en “Doña Flor y sus dos maridos” o “Gabriela Clavo y
canela”. O las palabras fluidas de Marina Colasanti. La interioridad lacónica
de Clarice Lispector. O la vida escindida de Jacobo Fijman y Roberto
Juarroz como la cuenta Omar Ardila Murcia en “Devenires menores”.
O los libros de Stephen Hawking como
“El universo en una cáscara de nuez”. O “Brevísima historia del tiempo”.
También, “El hombre que calculaba”. “El diablo de los números” de Hans Magnus
Enzensberger. “La maldita matemáticas” de Carlo Frabetti. Todos relacionados
con la ciencia.
Y, por otra parte agregar que en
Pitalito los escritores cosechan palabras para la posteridad como hace Omar
Ardila Murcia. Él forja la palabra desde el cine, la poesía, la filosofía. Nace
de la palabra y el campo con los aromas del café. O el Pitalito en la lupa y
palabras de “Seis cuentos sobre ruedas” de Leonel Ramirez Cerquera. O Ese
misterioso acontecer que se entrevé en “La galería de lo grotesco” de Oscar
Mauricio Corzo Gaviria. Y, por supuesto, que están las novelas de Benhur
Sánchez Suárez como “La noche de tu piel” o “Buen viaje, General”.
Los libros son mágicos y
maravillosos. Llenos de fantasía, realidad y misterios. Ellos guardan el pasado
que siempre es presente. Solo necesitan ser abiertos y leídos. Ellos, para
mostrar toda una época o momentos. Instantes que serán eternos en los libros
como lo es Homero o Isaac Newton.
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