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Leyendo
a Olga Orozco, encontré a una mujer que muestra una realidad usurpada, que medita
los sueños olvidados en la esquina de la memoria, que piensa las tragedias que
el ser humano se inventa, que siente el mundo en cada palabra.
En su poesía se encuentra el origen, el
nacimiento de la tragedia del ser humano, el drama de la vida. Es algo místico
como “las formas de la noche y el pensamiento de la disolución”. Ese algo
místico se fusiona con la vida entre la noche y el día, entre el inicio y el
final. La vida como algo simultáneo, avasallador, lleno de misterios que buscan
una explicación.
Las derrota o los triunfos, o porque pone
evidencia esos triunfos, esas derrotas que tanto le cuestan al ser humano para
transitar la vida. Pues uno va por ahí y se descuelga la vida en una chispa de
acero.
Olga Orozco es la palabra inconclusa, la
palabra que no termina de pasar. En ella las palabras se convierten en
angustia, en dolor, en preocupación, en una soledad olvidada. “Veo que mis
pisadas no dejaron huellas fosforescente en la arena” nos recuerda en “Para un
balance”.
Se nos va la vida como la lluvia. La vida
refresca la vida, la lluvia refresca la tierra, recupera la naturaleza.
Entonces, en cada momento está la palabra. La palabra que nombra, que recupera
esos instantes impredecibles; esos momentos de ansiedad, de zozobra; esos
momentos intensos que parece que la vida se agota, se escapa y que estamos ahí
para asumir sus desafíos. Y la poesía como conocimiento o como lo justifica y
argumenta Octavio Paz
Es la intensidad de la ansiedad, del
olvido o más bien de esa soledad que nos busca y nos encuentra desolados o derrotados. No
esa derrota determinante, es la derrota del silencio, la derrota de la ternura.
La palabra para cantar es misterio que
consiste en sentir la vida. Esa vida que nos golpea y que nos recompensa. Esa
vida indescifrable que nos habla, que nos conversa como una ráfaga de viento que
cuando golpea advierte aquellos pesares que tiene la vida. Son mensajes que no
logramos descifrar. Son las voces del alba enredadas en los vientos del ocaso,
es un estremecer de árboles azotados por la lluvia, por el sol. Aquí hay que
expresar que la poesía de Olga Orozco nos lleva por varios caminos como manifestó
Galvano della Volpe cuando manifiesta que la poesía como una “característica
polisema” (Volpe 1966, pág 171) Y tendrá razón, pues la poesía de Olga Orozco son
muchas voces, las voces de los lectores.
La vida es profana y es sagrada. La vida
pasa los límites de esa realidad que está latente, de esa realidad que sentimos
y no entendemos. La vida es un abismo. No logramos comprender que a cada
instante rompemos el silencio y nos inundamos de soledad, de angustia y
zozobra. Entonces, ¿Cómo comprender el silencio? ¿Cómo interpretar el silencio?
¿Cómo seguir la ruta con dudas y misterios? El mismo misterio es difícil de
comprender. De esa manera Olga Orozco va tejiendo sus cantos, en ellos nos
presenta nostalgias porque la vida está ahí y es profana como la muerte.
En la poesía de Olga Orozco descubrimos esa
ambivalencia de la razón y del olvido. A Olga Orozco hay que leerla sin
prejuicios, tampoco desprevenido. Hay que llegar con las emociones esparcidas.
Orozco
Olga. (1984). Olga Orozco Poemas. Universidad de Antioquia, Medellín: Colombia.
Volpe,
Galvano Della. (1966). Crítica del gusto, Seix Barral, Barcelona: España.
Paz
Octavio. (1998). El arco y la lira, 2ª Reimpresión, F.C.E. Santafé de Bogotá:
Colombia
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