jueves, 26 de abril de 2018

Por Jairo Oliveros Ramirez. Leyendo a Olga Orozco Unas apreciaciones


Fotografiada recuperada de https://http2.mlstatic.com/olga-orozco-paginas-seleccionadas-por-autora-D_NQ_NP_102411-MLU20528381221_122015-F.webp

Leyendo a Olga Orozco, encontré a una mujer que muestra una realidad usurpada, que medita los sueños olvidados en la esquina de la memoria, que piensa las tragedias que el ser humano se inventa, que siente el mundo en cada palabra.
     En su poesía se encuentra el origen, el nacimiento de la tragedia del ser humano, el drama de la vida. Es algo místico como “las formas de la noche y el pensamiento de la disolución”. Ese algo místico se fusiona con la vida entre la noche y el día, entre el inicio y el final. La vida como algo simultáneo, avasallador, lleno de misterios que buscan una explicación.
     Las derrota o los triunfos, o porque pone evidencia esos triunfos, esas derrotas que tanto le cuestan al ser humano para transitar la vida. Pues uno va por ahí y se descuelga la vida en una chispa de acero.
     Olga Orozco es la palabra inconclusa, la palabra que no termina de pasar. En ella las palabras se convierten en angustia, en dolor, en preocupación, en una soledad olvidada. “Veo que mis pisadas no dejaron huellas fosforescente en la arena” nos recuerda en “Para un balance”.
      Se nos va la vida como la lluvia. La vida refresca la vida, la lluvia refresca la tierra, recupera la naturaleza. Entonces, en cada momento está la palabra. La palabra que nombra, que recupera esos instantes impredecibles; esos momentos de ansiedad, de zozobra; esos momentos intensos que parece que la vida se agota, se escapa y que estamos ahí para asumir sus desafíos. Y la poesía como conocimiento o como lo justifica y argumenta Octavio Paz
     Es la intensidad de la ansiedad, del olvido o más bien de esa soledad que nos busca y  nos encuentra desolados o derrotados. No esa derrota determinante, es la derrota del silencio, la derrota de la ternura.
     La palabra para cantar es misterio que consiste en sentir la vida. Esa vida que nos golpea y que nos recompensa. Esa vida indescifrable que nos habla, que nos conversa como una ráfaga de viento que cuando golpea advierte aquellos pesares que tiene la vida. Son mensajes que no logramos descifrar. Son las voces del alba enredadas en los vientos del ocaso, es un estremecer de árboles azotados por la lluvia, por el sol. Aquí hay que expresar que la poesía de Olga Orozco nos lleva por varios caminos como manifestó Galvano della Volpe cuando manifiesta que la poesía como una “característica polisema” (Volpe 1966, pág 171) Y tendrá razón, pues la poesía de Olga Orozco son muchas voces, las voces de los lectores.
     La vida es profana y es sagrada. La vida pasa los límites de esa realidad que está latente, de esa realidad que sentimos y no entendemos. La vida es un abismo. No logramos comprender que a cada instante rompemos el silencio y nos inundamos de soledad, de angustia y zozobra. Entonces, ¿Cómo comprender el silencio? ¿Cómo interpretar el silencio? ¿Cómo seguir la ruta con dudas y misterios? El mismo misterio es difícil de comprender. De esa manera Olga Orozco va tejiendo sus cantos, en ellos nos presenta nostalgias porque la vida está ahí y es profana como la muerte.
    En la poesía de Olga Orozco descubrimos esa ambivalencia de la razón y del olvido. A Olga Orozco hay que leerla sin prejuicios, tampoco desprevenido. Hay que llegar con las emociones esparcidas.

Orozco Olga. (1984). Olga Orozco Poemas. Universidad de Antioquia, Medellín: Colombia.
Volpe, Galvano Della. (1966). Crítica del gusto, Seix Barral, Barcelona: España.
Paz Octavio. (1998). El arco y la lira, 2ª Reimpresión, F.C.E. Santafé de Bogotá: Colombia

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