Los habitantes del Huila y el sur de Colombia en general, no podemos ser actores pasivos frente al atentado que pretende perpetrar por parte de una multinacional española con la anuencia del Gobierno nacional contra la cultura, el medio ambiente, el derecho a la propiedad, a una vida digna y al patrimonio de cientos de familias campesinas con la construcción de la Hidroeléctrica del Quimbo en el centro del departamento.
La inundación de 8.500 hectáreas de terreno, 5.000 de ellas cultivadas y el resto altamente productivas, para la construcción del proyecto, no solamente significa que las familias campesinas que actualmente habitan allí, entrarán a formar parte de los millones de desplazados que hoy engrosan los cordones de miseria en todas las regiones de Colombia, sino la entrega de la soberanía nacional de manera incondicional por parte del gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez a las compañías multinacionales.
El proyecto, tal como esta concebido, afectará de manera significativa el comportamiento cultural, social y económico, es decir la vida, no solamente de quienes tendrán que abandonar por la fuerza su terruño y medio de supervivencia, sino de todos los habitantes del macizo colombiano, pues se estará afectando la columna vertebral de la nación, el rio Magdalena.
No podemos permanecer indiferentes ante la pretensión de convertir al departamento del Huila en un inmenso espejo de agua de donde solamente saldrá energía para impulsar el crecimiento de las grandes empresas internacionales mientras nuestras comunidades se hunden en la pobreza y la miseria, como ocurrió con los campesinos de Hobo, Yaguará y las demás poblaciones afectadas con la construcción de las hidroeléctrica de Betania. Por todos es sabido que el anunciado desarrollo económico, social y cultural nunca llegó a esas poblaciones y por el contrario sus economías se vieron seriamente diezmadas.
Los medianos ganaderos que no abandonaron la región se vieron obligados a convertirse en pescadores, los pequeños productores en canoeros y la gran mayoría en desplazados en los municipios y ciudades cercanas. Su cultura y su vocación agrícola y ganadera fueron abruptamente cercenadas sin ningún tipo de compensación.
El impacto cultural que se avizora de darse la construcción del devastador proyecto El Quimbo, será mucho más grande, dada su mayor envergadura y las características geográficas de su localización.
La región del alto Magdalena, denominado Yuma por las comunidades ancestrales, que significa “Rio Amigo”, es también cuna de la cultura Ullumbe, ( Agustiniana) cuya zona de influencia ha sido declarada como patrimonio Histórico de la Humanidad por la Unesco desde 1995 junto a la región de Tierradentro, las cuales se ven seriamente amenazadas por la construcción de este Mega-proyecto hidroeléctrico.
Según la propia EMGESA, en la zona que será inundada para su construcción, contiene 78 áreas de interés arqueológico, “distribuidas por toda el área del Proyecto correspondiendo esencialmente a lugares de vivienda, algunas de ellas utilizadas con fines funerarios, las cuales albergan evidencias pertenecientes en su mayoría al Período Reciente definido para el Alto Magdalena (800 -1600 d. C) y unas pocas del Período Clásico Regional (
En el área, dice el mismo estudio, se detectaron tres estaciones de arte rupestre (petroglifos), todas ellas ubicadas a lo largo del río Magdalena. “
Cabe destacar que el estudio realizado en estas áreas solo comprende excavaciones superficiales basadas en la información entregada por la comunidad y no a un estudio científico ordenado por el ministerio de cultura de Colombia.
Del total de las 78 áreas de interés arqueológico registradas cinco no se verán afectadas por las obras del Proyecto, por tal razón se puede concluir que el impacto sobre el Patrimonio Arqueológico será fuerte, concluye el estudio
Lo anterior indica que un invaluable número de vestigios arqueológicos, cuyo valor histórico y significado aun no se ha evaluado, quedará sepultado bajo millones de metros cúbicos de agua y con ellos parte de nuestra identidad.
Según la ley 387 de 1997 es obligación del Estado y de las personas valorar, proteger y difundir el Patrimonio Cultural de la Nación.
La norma, en su Artículo 6º, “Son bienes integrantes del patrimonio arqueológico aquellos muebles o inmuebles que sean originarios de culturas desaparecidas, o que pertenezcan a la época colonial, así como los restos humanos y orgánicos relacionados con esas culturas. Igualmente, forman parte de dicho patrimonio los elementos geológicos y paleontológicos
relacionados con la historia del hombre y sus orígenes.
También podrán formar parte del patrimonio arqueológico, los bienes muebles e inmuebles representativos de la tradición e identidad culturales pertenecientes a las comunidades indígenas actualmente existentes, que sean declarados como tal por el Ministerio de Cultura, a través del Instituto Colombiano de Antropología, y en coordinación con las comunidades indígenas.
El particular que encuentre bienes arqueológicos deberá dar aviso inmediato a las autoridades civiles o policivas más cercanas, las cuales tendrán como obligación informar del hecho al Ministerio de Cultura, durante las veinticuatro (24) horas siguientes.
El Ministerio de Cultura determinará técnica y científicamente los sitios en que puede haber bienes arqueológicos o que sean contiguos a áreas arqueológicas, hará las declaratorias respectivas y elaborará el Plan Especial de Protección a que se refiere el artículo 10, numeral 3 de esta ley, en colaboración con las demás autoridades, organismos del nivel nacional y entidades territoriales.
En el proceso de otorgamiento de las licencias ambientales sobre áreas declaradas como Patrimonio Arqueológico, las autoridades ambientales competentes, consultarán con el Ministerio de Cultura, sobre la existencia de áreas arqueológicas y los planes de protección vigentes, para efectos de incorporarlos en las respectivas licencias.
El Ministerio de Cultura dará su respuesta en un plazo no superior a 30 días calendario.
La mayoría de los seres humanos, no obstante registrar migraciones a lo largo de la historia, siempre han buscado asentamientos permanentes donde con el paso del tiempo va construyendo paulatinamente unos ancestros, y unas formas culturales, de las cuales han surgido en todas las sociedades, desde las más nativas hasta las más recientes las leyendas, mitos y demás manifestaciones que son las que construyen un sentido de vida que identifica la cultura de cada pueblo o región.
Cuando por alguna circunstancia tales como cataclismos, terremotos u otros fenómenos a veces provocados por el mismo ser humano, obligan a emigrar esos asentamientos a otros lugares, se presenta un impacto emocional y psicológico que causa secuelas a veces insuperables, sobre todo para las personas en edades comprendidas entre los siete y los noventa años de edad. Así está demostrado en las estadísticas de los últimos estudios sociológicos y psicológicos que se han realizado en diferentes partes del mundo.
El ser humano por naturaleza, desde el mismo útero de la madre va construyendo un sentido de pertenencia, que después de los dos años de vida se hace más intensivo, aun para aquellos infantes que se forman en ambientes sociales propicios para compartir en comunidad, que se conserva y se prolonga durante todo el resto de su vida. Sentido de pertenencia como cuando se obtienen bienes muebles o inmuebles, que con el paso del tiempo son difíciles de desprender de la psiquis del ser humano, y que cuando esto sucede, causadas por algún fenómeno natural, violento o provocado, traumatiza esa mente individual, cuyas secuelas pueden llevar al individuo a veces a contraer enfermedades mentales difíciles de corregir por la sicología moderna.
Los habitantes aledaños al lugar donde se pretende construir este proyecto hidroeléctrico, han construido a lo largo de varios siglos un entorno social con un gran sentido de pertenencia, que han heredado por varias generaciones, y han elaborado a su alrededor todo un proyecto de vida, que al ser modificado bruscamente como se pretende, provocará un impacto emocional, psicológico y cultural de dimensiones irreparables, de cuyas consecuencias nadie se ha preocupado por medir, ni mucho menos cómo se podría corregir, si es que existe alguna posibilidad, ni con el trascurrir del tiempo, ni en sus lugares donde tendrán que comenzar a vivir de nuevo.
La construcción de esta represa, se constituye en otra modalidad de desplazamiento forzado que se suma a los desplazamientos ocasionados por la violencia en nuestro país, el cual ocupa el segundo lugar en el mundo después de Ruanda en el África.
En las márgenes del hermoso río de La Magdalena, lo mismo que en sus afluentes, esta conservado y podríamos decir que contenida la historia geológica, arqueológica, en rocas colmadas de significado, donde en su letra muerta hay un inmenso contenido de conocimiento del pasado. Todas las claves de sus escritos están en nuestro río aun sin descifrar.
Hoy se encuentran en el olvido, de insistirse en la construcción del proyecto, quedaran sepultadas sin que podamos tener conocimiento de su riqueza cultural.
De presentarse la migración con la correspondiente reubicación en el lugar denominado Llano de La Virgen, jurisdicción del municipio de Altamira, se afectarían los yacimientos fósiles que reposan en esa región, cuyos hallazgos fueron reconocidos por el científico y paleontólogo GONZALO CORREAL, en reciente visita que realizó a finales del año 2008.
La multinacional EMGESA pretende hacer creer que la construcción de esta clase de proyectos, generan desarrollo, en torno a la devastación, cuando en realidad lo que se está haciendo es un hecho político siguiendo el ya decadente modelo neo-liberal de globalización de la economía.
Hace treinta años cuando se construyó la Hidroeléctrica de Betania, con inversión del Estado, se le dijo a la comunidad tanto del departamento del Huila, como del resto del país, que este proyecto generaría muchísimo empleo, no solamente durante la construcción de la obra civil, sino posteriormente, convirtiendo dicho lugar en un paraíso turístico y de pesca, lo que desarrollaría y mejoraría la calidad de vida de quienes vinieran a residir cerca de ese lugar.
Sin embargo, nada de eso se logró, y con el transcurso de los años la empresa fue feriada al mejor postor, cuyos dineros por concepto de la venta y regalías nadie sabe donde se invirtieron. El lugar de Betania no es hoy un lugar turístico, salvo uno que otro visitante, pues no es atractivo para nadie.
Ese mismo cuadro de miseria será el que a futuro se presentará con el Quimbo, pues a las multinacionales lo único que les interesa es sus ganancias, menoscabando la calidad de vida de los lugares donde construyen sus empresas.
En estudios que se han realizado por parte de grandes científicos de las disciplinas de la geología, sismología y vulcanología de grandes universidades del mundo, han demostrado con estadísticas que la construcción de enormes represas hidrográficas pueden causar con el tiempo, terremotos en otros lugares del planeta, debido al volumen de agua que se acumula en un lugar determinado, el cual causa desequilibrio en las placas tectónicas.
Sería muy importante conocer a cuántos años se ha firmado el contrato de concesión de este proyecto, y si en el mismo está incluida la explotación de los recursos hídricos, lo que nos llevaría a preguntarnos si en unos veinte años tendremos que comprarle nuestra propia agua a las empresas españolas.
Ponencia presentada por los integrantes de la TERTULIA LA EMBARRADA DE PITALIO.
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