domingo, 9 de noviembre de 2008
Literatura, sexo y rock and roll.
No me considero un buen lector. Jamás he logrado soportar el prototipo de obras que la academia considera Magistrales. A veces soy algo ciego con la belleza de un texto, y en ocasiones, a pesar de que esta de algún modo resulta evidente, no reconozco su significado; el análisis literario es mi más vergonzosa insuficiencia. La poesía generalmente me produce alergia; debe ser jodidamente buena para que yo pase de la segunda línea, así como debo estar verdaderamente jodido para escribirla. No sé forzarme en cuestiones creativas. Quizás esa es la razón por la cual eché a perder literatura casi todo mi bachillerato. Que recuerde, empecé a leer a los diez años con muchísimo bobarismo y algo de pedantería; indudablemente estaba aburrido; ya era un jovencito y fantasear en voz alta resultaba terrible para mi popularidad así que algo había que hacer para distraerme; la televisión era mala y solo nos quedaban los libros, ¿que decir? Aun no sé gané o salí perdiendo. No sé que diablos le suceda a mi filosofía; todos los destinos me parecen idénticos y en cuestiones de satisfacción personal la estupidez le lleva muchísima ventaja a la inteligencia. Mis primeras lecturas fueron aventuras llenas de vaqueros, piratas y astronautas que en vez de frenar mi fantasía la aceleraron. Fue genial porque los argumentos extraños abundaban y mi bobarismo cada día me convertía más y más en un caso clínico de estupidez; era un extraño, un farsante y un loco, pero aquello no me quitaba lo interesante. Si hubiese leído a Lovecraft en aquella época, posiblemente le habría dicho a mi madre que un calamar gigante me llamaba desde la alberca de la casa y me exigía sacrificar al gato en su honor. Pero, ¡diablos, si que era divertido! Los libros se convirtieron en el refugio del muchacho extraño, barroso e incomunicado que empezaba a sentirse un alíen disfrazado de ser humano. La literatura fue mi evasión, así como para otros lo fue el fútbol, la política o la religión; luego vino la música, pero aquello es un cuento aparte. La literatura como evasión tiene un tinte religioso, pero no exige un compromiso mental tan acalorado como las pasiones. Las pasiones estéticas me aburren y si carecen de un grado soportable de imaginación me son intolerables. Creo que en realidad el idioma me importa relativamente poco, y solo me quedo con la fantasía. Odio el naturalismo; me quedé romántico y soñador; no como lord Byron; hace algún tiempo le dije a mi amigo David que él era una mala mezcla de Victor Hugo y Camus y creo que aquella definición también me cobija. Somos unos románticos existencialistas, unos geeks llenos de faltas. En realidad me considero un tipo aburrido, adicto a las distracciones; la literatura es una de ellas. La creación es mi favorita. La literatura genética, la literatura que esta dentro de nosotros, no es la complicada arquitectura del Ulises de Joyce, es la narrativa, es la leyenda De Bécquer y la Aventura sureña de Borges, el sentido fantástico de la leyenda, es el miedo, la fascinación. … ¿tiene eso algo de malo?
Pamuk es un premio Nóbel reciente, y Proust uno de los escritores mas importantes de la literatura francesa de finales del siglo XVIII. Recientemente traté de leer la casa del silencio de Pamuk, e hice mi intento respectivo con los pasos perdidos de Proust; no pasé, en ninguno de los dos casos, de la mitad del libro. El hecho me tiene un tanto "acomplejado" y trató de entender el porqué las dos obras me resultaron tan aburridas…Son los dos únicos libros que he desechado este año, y me parece obligatorio justificar adecuadamente ambas deserciones.
Creo que ya aclaré mi pasión por la literatura; hay una diferencia muy grande entre esta evasión y la fascinación. En la estética literaria la imaginación es tan solo uno de los factores; también existe la atmósfera, el manejo argumentativo, la seducción narrativa o ritmo, la poesía dentro de la descripción, la definición "sicológica" de los personajes…Capote, el inventor de la narrativa periodística, me apasionó porque juega con escenarios y temáticas obsesivamente interesantes, y porque además posee una prosa sencilla. Victor Hugo genera tensión y emocionalidad en los escenarios más sencillos, y esto se debe a sus descripciones (cosa que también logra Sthendal) interpreté a Asimov desde un punto de vista político; Bécquer es un desgraciado que mezcla a la perfección imaginación e idioma, y Lovecraft…Tiene la imaginación mas espeluznante del mundo. La Creación fantástica es a mi opinión el atributo más fundamental de la literatura. La fabula, la leyenda y el cuento nacieron como necesidades de la recreación; allá en la distante era del hombre primitivo, alrededor de una fogata cualquiera, el primer narrador no contó una historia con finalidades estéticas, si no con ánimos fantásticos. La monotonía y la cotidianidad, el síndrome de los valores humanos, de los conflictos emocionales, es el vicio más recurrente en la literatura contemporánea. No estoy deacuerdo con esta definición de arte; creo que la literatura debe ver más allá de la realidad misma.
El argumento de que la literatura ha evolucionado, y de que ahora existe una exigencia estética más delicada y más humanista, de que la fantasía es primitivista, seria irrefutable de no ser porque la cotidianidad, el peso de la sociedad "mecanicista" y la urgencia de una evasión se han hecho más poderosos y urgentes. En el mundo contemporáneo, para el hombre común, la realidad as algo menos que insoportable; la nostalgia, en los pocos títulos merecedores del Nóbel que he leído, ha sido extrema; me resultó poco digerible Pamuk porque la imaginación fue escasa y porque no vi en el libro algo demasiado diferente al tercer mundo que desde aquí debo soportar. Las imágenes, debo admitir, fueron perfectas. Pero no busco una "evasión" en un libro que me devuelva al mismo lugar del que deseo partir, no, eso seria ridículo; eso sucede porque mi compromiso con la literatura es recreativo, porque quizás no hay gran diferencia entre mi idea de arte y la del tipo que pasa sus tardes viendo series humorísticas en fox, y por que soy un fiel poco obediente con las leyes de los sacerdotes; constantemente me tildan de hereje.
En realidad no espero demasiado de un grupo de viejitos eminentes con barbas blancas que deciden que merece ser reconocido en la basta creación humana (la mismísima tarea me parece irrealizable) No hay ningún escritor que considere irrevocable o inmortal. A veces considero que no hay ninguna obra superior a otra. Creo que el buen libro es aquel que nos obliga a fantasear; creo que el verdadero nombre de la creación y de la literatura es libertad. Los reconocimientos suelen ser compromisos insoportables para la creatividad. Creo que todo juicio que delimite o discrimine una obra creativa es trivial e injustificado (empezando por el mío) mi juicio sobre la escritura mezcla a Derrida y a humme en un solo panfleto de mocoso insatisfecho. ¿Tiene eso algo de malo?
Comencé este escrito hablando de mi infancia; algo que Proust hizo en "por el camino del Swann" y que Mishima hizo en "confesiones de una mascara". Lo que hizo aburrido a uno y leíble al otro fue la sencillez y la brevedad (Alguna clase de ego enfermizo lo obliga a uno a hablar de su infancia y algún tipo de curiosidad morbosa obliga a los demás a interesarse por ese tema) No hay ningún esfuerzo creativo en las autobiografías y estas generalmente están acompañadas de una dosis extrafuerte de nostalgia y narcisismo; por muy buen escritor que seas, no todo el mundo esta obligado a interesarse por tus traumas infantiles. Bueno, Proust no solo habla del apego a su mama, también describe algunas escenas de la vida social francesa (ZzZzZzZz) Si introduzco un calamar en la alberca que obligue a Proust a sacrificar a su gato despertaría un poco más de interés, ¿verdad? quizás pudiese encontrar que sus sentimientos de cariño maternales logren un tono incesto y lleguen a carnales… (Solo leí la mitad del primer tomo, si algo interesante pasó después, no lo sé) ¡Hay tantas maneras de hacer interesante una historia! Los recursos creativos suelen ser ilimitados….y sin embargo, hay gente que insiste en hablar de sus aburridas infancias. ¡Mírenme! Si mi infancia hubiese mínimamente interesante (no digo que fuese triste, solo digo que fue aburrida) no me habría refugiado en la literatura, y por lo tanto nunca hubiese pretendido ser escritor.
Estoy seguro que mi reclamo o mi queja no es generalizada, pero creo que el hombre contemporáneo necesita más de Asimov que de Proust…por favor; ¡no me obliguen a leer a pamuk de nuevo hasta que cumpla cincuenta! Necesitamos soñar un poco para que la existencia sea soportable, y resulta de verdad desesperante cuando la realidad nos persigue, incluso en las paginas de nuestros refugios.
Y si alguien se pregunta que tiene que ver este escrito con el titulo, solo puedo decir, ¿verdad que son útiles los títulos que incluyen la palabra sexo?
Posdata: Sándor Márai, un escritor que me seduce y me aburre al mismo tiempo, tiene una linealidad que en un principio—creí—carecía de fundamento. Esta tarde, en la reunión de la embarrada del ocho de noviembre del 2008, charlamos un poco sobre su historia; doña Edith lo considero un genio, opinión que no dista demasiado de la del profesor Jairo, Don Hernán insiste en que debajo de " el ultimo encuentro " está la clave de su suicidio. Su interpretación demostró que la mía carecía de fondo. Yo atribuía su muerte al olvido y la decepción. Pasé todo el libro esperando que el par de viejos se agarraran a golpes pero resultaron demasiado civilizados para mis colombianísimas pretensiones. ¡Diablos! la tensión habría tenido un poco mas de efectividad si hubiese sido acompañada de un silencio vacío y no de un discurso moralista. Por que el General se parece a un par de nuestros contertulios; habla tanto que uno tiene la impresión de que no deja al otro responder. Hay algo de irrealidad—desde el punto de vista netamente colombiano—en el hecho de que tu mejor amigo, que intentó matarte, llegue y se valla sin decir una palabra sobre el tema. Tiene huevo, ese amigo tuyo, general, ¿por que no le rompes la cara? Pero en fin; ¿que podría decir? Esas son preguntas que Márai nunca podrá responder. Traté de mofarme fallidamente de ese silencio, en un escrito que coloqué aquí hace algunas semanas. Siguiendo la estética academicista, uno entiende que cualquier agregado dramático habría "baratizado" la obra. Yo estaba tan concentrado esperando un desenlace para la tensión del libro, un final que resultara contundente, que deseché el largísimo monologo del General, y lo consideré una falla argumentativa. Recuerdo pocos detalles. Hasta hoy, don Hernán me hizo entender que el monologo tenia ideas interesantes. Pero no; cualquier idea expresada de esa manera, desde mi punto de vista, es…
oscar corzo. 9 de noviembre del 2008.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario