jueves, 17 de septiembre de 2009

UN RELATO DE ACTUALIDAD

CALOSTRO.

 

(Por Santiago Villarreal Cuellar)

(Agosto 19 de 2009)

En el momento en que observaba los chorros de leche que le salían de las tetas, se me hizo borrosa la imagen, pero veía como la leche se derramaba en el suelo reseco donde se formaba una espuma de color crema cuando se mescló con la arena del suelo.

Veía unas seis tetas pequeñas que salían de un cuerpo que parecía ser el de una puerca recién parida, pero mi borrosa visión se fue haciendo más clara, hasta que determiné que se trataba de una perra de color marrón que se encontraba echada de costado y de sus tetas le chorreaba la leche que ya formaba un manantial en la arena.

Berta Solórzano, que vivía a dos kilómetros de allí me dijo dos días después: -Ana María, yo misma atestigüe, cómo corría un hilo de líquido blanco por el mismo curso donde en épocas lluviosas se forma una pequeña quebrada.--  No fueron alucinaciones mías entonces, ni se trató de una mala visibilidad como me aseguró el doctor Emérito Gafas, medico oftalmólogo que me examinó al otro día.

--Se trata de cataratas en el ojo izquierdo y un terigio en el derecho, Ana María. Por eso es preciso que la remita para que le practiquen una cirugía.

Yo le dije que veía normal, que lo que había mirado en el patio del frente era una perra recién parida, pero no tenía los cachorros y de cuyas tetas le salía la leche a chorros, haciendo una pequeña quebrada en el arenal.

--Fue tanta la leche derramada que corría por el curso de la quebrada seca, que allí cerca del establo se formó un remolino y cuando calentó el sol, se formó calostro y los perros de la casa vinieron a comer.-- Me dijo Hulpiáno, el mayordomo de la hacienda de don Simón Pérez. –Ana María, yo recogí un poco de ese calostro y lo comimos después de la cena. Pero no sabía que se trataba de leche de perra. Como se asemejaba al  que nosotros preparamos con la leche de las vacas recién paridas, la cual revuelta con panela raspada o azúcar, es un verdadero manjar de reyes. — Me reitero Hulpiáno.

Como a los ocho días llegaron unos señores de una estatura bastante alta, de piel blanca, cabellos rubios,  hermosos ojos azules y me preguntaron dónde habían encontrado el calostro.

Yo les respondí que en los arenales del curso de la quebrada seca, la cual solamente contiene agua en tiempo de lluvia. –Mire señora. — Agregaron. –Nosotros somos de nacionalidad noruega y en Oslo, la capital de nuestro país, poseemos un laboratorio de experimentación farmacéutica que fabrica una sustancia proveniente del calostro, la cual es empacada en capsulas y es vendida en todo el mundo. Dicha sustancia alarga la vida de quien la toma diariamente. Además cura enfermedades como la diabetes, el cólera, el cáncer, el mal de amor, las amígdalas, diarrea, dolor de cabeza, de muelas, de oídos, la ceguera, el párkinson, la amnesia cerebral, el síndrome del cuidador, el sida, el évola, la hipertensión, la artritis, los complejos de culpa, la dependencia afectiva, el alcoholismo, la adicción al cigarrillo y a los alucinógenos, y un sinnúmero de enfermedades más. Y lo más importante, puede usted llegar hasta los ciento cincuenta años, completamente lúcida y sin enfermedades—

--Pero ese calostro no era de leche de vaca, sino de la leche de una perra. —Les conteste. –¡Hay señora! —Me dijeron. —Cualquier leche es buena para preparar calostro. Mire, con decirle que la extraemos de vacas, yeguas, burras, bisontes, búfalos, yaks, perras, gatas, conejas, hasta de murciélagos hembras hemos extraído leche y recientemente en las costas de Australia un grupo de biólogos marinos están ordeñando ballenas jorobadas. Eso sí, cuando estas hembras están recién paridas. Y déjeme contarle otra cosa. La leche de mujeres recién paridas, es mucho mejor. Nosotros compramos leche de cualquier mamífero hembra que recién haya dado a luz. —

-- ¿Dice usted que alarga la vida de quien consume esas capsulas?—Les pregunte.

--No solo eso. —Contestó el más viejo. –A esa sustancia nosotros la hemos patentado con el nombre de  factores de transferencia, con lo cual quien la consume eleva las defensas del cuerpo de los humanos, con lo que se van creando nuevos anticuerpos que previene enfermedades y cura las que ya existen. —

Sinceramente a mí esos gringos no me convencieron así que digamos, y lo que me causaron fue un miedo terrible. Cómo es posible que utilicen toda clase de leches, es decir de cualquier especie de hembra recién parida, sin importar qué animal es.

Preocupada por lo que me dijeron, ese domingo siguiente corrí a la Iglesia de San Bartolo y me confesé con el padre Felipe Bueno, a quien le conté lo acontecido con los gringos esos, a lo que el reverendo padre, que es muy sabio y prudente, me contestó:

--Vea hermana Anita, no se sorprenda de lo que le voy a decir. Dios dejó todas las cosas de esta tierra para que el hombre las maneje y las domine como bien lo pueda y lo quiera hacer. En muchas culturas donde las vacas casi no existen, las yeguas suplen la necesidad de proveer la leche necesaria para alimentar a las personas. Bien sabe usted que este precioso líquido se constituye en la mejor sustancia nutricional que Dios le dejó al hombre para alimentar las criaturas recién nacidas, fruto de la procreación que es divina.  Ahora bien, ustedes pasan por penurias económicas, su marido posee tres yeguas, las que muy a menudo le dan cría, tiene  cuatro vacas que también están pariendo con frecuencia, cinco marranas de cría, tres perras y también les miré una gata. Tiene usted dos hijas ya en una edad de quedar en cinta, sin contar con usted, que también Dios la premió con cuerpo de hembra. Agregue a eso la cantidad de ratas que existen en su vivienda, en la que estoy seguro que más del cincuenta por ciento de esos roedores son hembras. Las gallinas las puede suprimir y cambiarlas por conejas y curíes hembras, cuyos animales son muy prolíficos. Posee entonces un potencial lácteo al que usted puede explotar, preparando un rico calostro. Es decir, puede usted hacer un compromiso con esos extranjeros para venderles calostro. —

--¡Pero padre! ¿Qué dirá mi marido? – Le dije al padre Bueno. –Ah. –Contestó el padre. —Se me olvidaba que él y sus dos hijos adolescentes también pueden ser proveedores del precioso líquido, aunque en menor proporción, claro está.-

                        



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