domingo, 24 de mayo de 2009

OTRO ARTICULO PARA EL BLOG

TEMAS DE ANALISIS

 

Se Nos Fue Mario Benedeti, Otro Gran Humanista.

(Por: Santiago Villarreal Cuellar)

 

En diciembre del año 2007 en el Teatro Teresa Carreño de la ciudad de Caracas Venezuela, que se encontraba repleto de gente, tuve la grata oportunidad de conocer por primera y única oportunidad al gran escritor, poeta, ensayista, novelista  y cuentista uruguayo Mario Benedeti.

El venerable anciano a sus ochenta y siete años inspiraba un gran respeto, al igual que ternura, y cada palabra expresada cuando de sus labios fluían sus más memorables poemas,  le estremecía a uno las fibras del corazón y de la mente.

El autor de "El padre nuestro Latinoamericano," y de otros cientos, o quizá miles de poemas más, al igual que de decenas de cuentos, novelas, artículos en revistas y prestigiosos periódicos, nació el 14 de septiembre en la pequeña ciudad de El Paso de Los Toros Departamento de Tacuarembó república Oriental del Uruguay, y falleció el pasado domingo 17 de mayo de 2009 en la ciudad de Montevideo Uruguay.

En los años de 1938 y 1941 vivió en la ciudad de Buenos Aires, pero no fue esta la primera vez que se exilió, pues en el año de 1973, cuando el golpe de   estado del general Gregorio Álvarez, nuevamente se vio obligado a salir de su país hasta el año de 1984, cuando retornó la democracia.

Pero no obstante ser un eminente escritor, Benedeti se destacó también por ser un defensor a ultranza de los Derechos Humanos en el mundo entero. Es decir fue un eminente humanista en todo el sentido de la palabra.

Recientemente falleció en Buenos Aires Argentina el ex presidente de ese país, el abogado y humanista Raúl Alfonsín, el hombre que al llegar a la presidencia de su nación en el año de 1983, y restaurar la democracia, inició una de las labores más delicadas, como lo era en su momento hacer justicia a los dictadores y colaboradores del gobierno de facto que administró a la Argentina desde marzo de 1976, cometiendo toda clase de violaciones a los Derechos Humanos. Hecho que fue aplaudido por todos los que nos consideramos defensores de estos Derechos en el mundo entero desde nuestras diferentes posiciones.

De Mario Bendeti podemos recordar su tesón en la defensa de las libertades individuales, pero sobre todo el mantener hasta su muerte erguida la bandera de los Derechos Humanos, sin importar las consecuencias que se derivaran de su terca labor, ni a las amenazas de los lideres fascistas y sus esbirros.

Fue además un rebelde, partidario de reformas fundamentales que permitieran la dignificación de la persona humana, especialmente en las naciones tercermundistas, pero sobre todo que lograran satisfacer las necesidades básicas fundamentales, pues consideraba que este era el caldo de cultivo que fomentaba en nuestros países el surgimiento de grupos alzados en armas.

Además fue un firme creyente en el dialogo civilizado para resolver los diferentes conflictos, lo mismo que un gran pacifista, y debido a su ateísmo satirizó los temas religiosos hasta ridiculizarlos en diferentes poemas, donde invocaba el poder de Dios para acabar con el hambre, la pobreza y el dolor humano de nuestros pobres pueblos subdesarrollados.

Perdimos un gran humanista, pero en sus obras literarias encontraremos el estimulo para continuar en la brega de continuar en la lucha, que con su ejemplo y su orientación tenemos el inmenso deber de continuar hasta nuestra muerte. Ese es el mejor homenaje que le podemos rendir ante su tumba es seguir defendiendo los Derechos Humanos donde nos encontremos.

Pitalito, mayo 17 de 2009.

santi66@hotmail.es

  

       



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ARTICULO PARA EL BLOG

TEMAS DE ANALISIS

 

Colombia Sigue Siendo Una República Bananera En Materia De Salud.

(Por Santiago Villarreal Cuellar.)

Hace más de diez años cuando visite la ciudad de Puerto Asís en el Departamento colombiano del Putumayo, muy cerca del Hospital central de esa localidad, tuve la oportunidad de conocer a una señora que se desempeñaba como auxiliar de la morgue de dicho centro asistencial, que en su propia vivienda, en unas pailas tiznadas, fritaba las gordanas extraídas de las entrañas de algunos difuntos asesinados, y a los cuales ella le correspondía ayudar a realizar las respectivas necropsias. Luego empacaba el aceite amarillento,  producto de la fritura, el cual  vendía en botellas a cuatro mil pesos, en esa época. ¿Para qué compraba la gente ese aceite de humano? Nada menos que dizque para frotar con dicho aceite los enfermos, y curarlos de cualquier enfermedad.

La semana pasada visité nuevamente la ciudad de Puerto Asís, y por curiosidad fui  a buscar la casa de la mencionada señora, y cual no sería mi sorpresa que me encontré con una Iglesia, donde se adora el alma de los muertos, y la señora, ya jubilada, es la Pastora de la nueva secta, en la que hace rituales de sanación los días martes y viernes, unge a los creyentes con una cruz del aceite de humano en la frente de cada uno de ellos, y hacen  fila para lograr tan milagrosa reliquia.

Pero esta clase de creencias son muy comunes a lo largo y ancho de nuestra geografía colombiana. Existen centros de sanación que dicen curar con el espíritu de San Gregorio, otros dicen curar con las piedras del cuarzo, otros aseguran sanar enfermedades solamente con imposición de las manos, encontramos curanderos que suministran a sus enfermos una pócima de la liana llamada yagué, conocida en el Brasil como añahuasca, donde han constituido sectas alrededor de esta planta. Pero también han proliferado por todas las ciudades y pueblos de nuestro país modernos centros llamados naturistas, y vegetarianos, donde venden empacados en frescos, jarabes, pastillas, tabletas, capsulas de plantas y hierbas, gaseosas en lata, papeletas con polvos que se disuelven en agua, con las que ofrecen curar todas las enfermedades, incluyendo el cáncer y el sida, que sabemos que la ciencia medica no ha descubierto, ni las causas, ni su tratamiento curativo.

Todo este comercio con la salud de nuestro pueblo, se debe a la precaria prestación del servicio sanitario de nuestro sistema, el cual fue copiado del sistema de salud que se creó en Chile en los años ochenta bajo la dictadura del general Augusto Pinochet, y que luego de su fracaso fue desmontado en los noventa por el gobierno demócrata de Patricio Alwin. Pero en Colombia, que somos dados a improvisar, después de la promulgación de la nueva Carta constitucional de 1991, donde en sus artículos 48 y 49, se consagró la salud como un derecho social, económico, y luego pasó a hacer parte de los derechos fundamentales, el cual puede ser objeto de la Acción de Tutela, se tomó el fracasado modelo chileno, y se creó la Ley 100 de l993. Dicha Ley no cumple con el objetivo constitucional de la universalización de la salud para todos los colombianos, sino que divide a nuestro pueblo en clases sociales, creando presuntos niveles, como el uno, dos y tres, a los cuales se les puede prestar un servicio sanitario, siempre y cuando el paciente contribuya con la llamada cuota moderadora, violando flagrantemente el articulo 13 de la misma Carta Magna, que consagra el derecho a la igualdad de todos los colombianos ante la Ley.

Como si esto fuera poco, la salud se le entregó a manos particulares, A.R.S., E.P.S., I.P.S.,  las cuales se quedan con los jugosos recursos que el Estado les gira para que presten este fundamental servicio, y los hospitales públicos fueron semi-privatizados,  divididos en niveles, donde los pacientes no solamente son obligados a esperar largas horas para ser atendidos, sino que adquieren otra enfermedad llamada estres.             

Esa es la razón por la que nuestra gente prefiera colocar sus asuntos de salud en manos de curanderos, brujos, embaucadores, "sanadores espirituales," ungirse con grasa humana, creyendo en toda clase de fetiches, que acudir a los científicos, y médicos titulados en universidades, que entre otras cosas, más de uno también han caído en las creencias populares.

Pitalito, mayo 26 de 2009.

santi66@hotmail.es 

 



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viernes, 15 de mayo de 2009

EN SILLA DE RUEDAS




EN SILLA DE RUEDAS*

Por Leonel Ramirez. Cerquera
profesor del colegio departamental de pitalito y miembro de la tertulia la embarrada.

Estoy aquí sentado en una silla de ruedas esperando que me estrangule la vida en esta tierra que me verá morir como nací, con la ilusión que tuve de tener mucho poder y dinero.

De nada sirvieron mis angustias y sufrimientos, mis ratos de estrés y cansancio, mis afanes y desvelos. Pienso que la úlcera que me gané se la debo precisamente a este trajín de andar de un lado para otro, de político en político, de oficina en oficina, de mujer en mujer, de amigos a enemigos y de todo lo que tú quieras. Pero lo que más me duele, compadre, es que a esta fecha, después de un año del suceso ninguna autoridad haya descubierto los autores de qué criminal atentado, producto de la impunidad de este pueblo. Si así son las investigaciones exhaustivas de nunca acabar, que se lleven la justicia para el otro charco y mis piernas al hueco. Aunque para qué hacerlo, como dice mi mujer, si nadie me va a devolver el caminar de mis discos en este abandono y silencio.

Todo parece que haya sido predestinado desde mi infancia hasta hoy. Que si no hubiera sido por mi hermana Erviva, quien me dio la mano y el ejemplo de liderazgo y sobretodo de ambición, habría transcurrido mi vida en el completo anonimato, trabajando de sol a sol o deambulando por las calles y chupando el boxer de los ñeros. Quizás hubiera sido mejor así, si esta silla me mata como el peso de mi conciencia y sigo viviendo ad portas de la negra noche que por deprecación veo oscurecer en mi alma. Aquí están las ruedas de mi vida que me conducen lentamente al fuego de mis tormentos, tan dignos de mi soledad como el silencio en que navego en esta casa fantasmal de mis abuelos. Aquí donde sólo uno o dos familiares me visitan y me animan a seguir viviendo, aquí donde en cualquier momento llegan a rematarme para que no cante más este cuento.

A mi hermana Erviva no la he vuelto a ver desde aquellos años dorados cuando me dejó el cargo que ocupaba de Presidente de la Junta de Vivienda. Pues tengo tan vivo el recuerdo de ella, como si fuera ayer, desde aquel fatídico día en que mis padres fallecieron al negarse abandonar sus tierras y cuando en su funeral me dijo para consolarme: “De hoy en adelante, yo seré tu madre y tu padre, a la vez. Haré de ti un gran líder y un gran hombre de progreso, un Presidente de la República, ¿por qué no? De verdad ella fue mi única maestra, quien me enseñó a leer y a escribir y todo lo que en mi juventud pude saber uno de las patrañas de la vida y del tejemaneje de los recursos de esta provincia.

Un día quise probar mis deseos de triunfar. Hablé ante la Asamblea de socios del Club para presentar mi proyecto de política de vivienda. Creo que mi oratoria fue convincente. Mis palabras volaron de oído en oído y penetraron en la conciencia de niños y jóvenes; pues todavía me parece oír los aplausos de aquella tarde de un Domingo de Ramos, en la que yo les prometí la Casa de Escalona en el aire. Cierto es que nadie pudo olvidar mi intervención, porque tan pronto como hubo elecciones municipales me eligieron concejal y a los tres meses fuí Presidente de la Junta de Vivienda. Pero, como todavía me faltaban unos meses para ejercer el cargo por la edad, mi hermana Erviva me consiguió una cédula con fecha falsa, con la cual pude legalizar las actas y documentos.

¡Ay, Dios mío! Cómo quisiera volver a esa época donde abundaban las cosas, había plata para todo y para todos. Estaba en furor los cultivos ilícitos, pues ya empezábamos ver la flor de la amapola adornando las montañas de mi pueblo. Muchos paisanos se fueron para la cordillera a invertir sus dineros, pero pronto hubo cacería de narcos y perdieron sus riquezas. Fue una ilusión pasajera de saborear el dinero fácil, hasta cuando los gringos se dieron cuenta cómo se les esfumaban los dólares; aunque más tarde, por supuesto, nos tocó devolverles el dinero por armas y venenos.

Entonces, yo seguí con lo que me gustaba, liderando las comunidades para vivir, viajar y comer a mis anchas. Claro que no me puedo quejar, porque gracias a estas actividades y a las jugosas partidas de congresistas y funcionarios del gobierno, pude contar con unas buenas cuentas de ahorros, con las que todavía estoy disfrutando de los últimos pesos. Te cuento compadre, que la corrupción llámese administrativa o como quiera, siempre ha andado suelta paseándose furtivamente por las oficinas públicas. Bobo será quien no la aprovecha.

Pero con el tiempo toda esta vida libertina murió más pronto de lo que yo pensaba, y cuando estallaron las envidias y los zafarranchos tuve que enfrentarlos con verraquera. Por ello, la mayor parte de mis bienes se fueron en abogados y compra de condenas. Los políticos tradicionales que vieron en mí a un contrincante nuevo, los narcotraficantes, los líderes de otros barrios y hasta las mujeres, me perseguían por doquier. Todos estos problemas tuve que enfrentar, aunque gracias a la Virgen y a los amigos de mi partido, en todos salí avante, menos en el que estoy metido ahora desde hace un año.

Así es mi compa’, que ni en la tumba podré olvidar aquel domingo de mi cumpleaños a las siete y media de la noche, cuando despreocupado de las amenazas regresaba de la que sería mi última reunión con los contratistas y funcionarios del gobierno para instalar las redes del alumbrado público en el sector de mis predilecciones.

La noche estaba oscura y el sitio fantasmal: era un estadero de tejas de zinc y pisos de concreto que despistaba hasta el más hábil diestro aguafiestas y guardaespaldas que tuviera. Y tan pronto como abandonamos el lugar, salí con una de mis compañeras por la avenida principal a celebrar mi onomástico. Al tomar la ruta principal hacia el descenso del puente, una moto negra se cruzó en mi calzada y con sus reflectores encendió mis ojos como un relámpago de invierno y de inmediato sentí un trueno en mis espaldas y un chorro caliente que salía a borbollones, que como cascada rojiza caía al río de los valles. El vértigo se apoderó de mis fuerzas y ya cuando desperté entreluces hundí mis ojos en las paredes frías del sanatorio “La Misericordia”. De los seis balazos que recibimos, dos mataron a mi amante y cuatro atravesaron el flanco izquierdo de mi cuerpo, pero sólo uno se incrustó en mi columna y es el que me tiene aquí sentado en esta silla de ruedas esperando que me llegue el momento de morir como nací, con la ilusión perdida de ser el más grande líder de mi pueblo.