Clarisa, nena, yo te quiero, pero estoy cansado de que esperes algún prodigio mágico que me convierta en un príncipe azul. No creo que haga falta aclarártelo; jamás sucederá. Admito que durante mi vida he sufrido algunas transformaciones. Una vez fui renacuajo. Antes de eso fui un huevo. Los cambios de mi especie son bien conocidos y están debidamente registrados por nuestra Ciencia Medica. Que yo sepa, no hay pruebas científicas que confirmen que un sapo pueda convertirse en príncipe, ¿entiendes, Verdad? Y menos con un beso. Tontos humanos y sus tontos mitos. ¡Te insisto, no soy un príncipe! Además no tengo el más mínimo deseo de convertirme en parte de la realeza; soy un demócrata. Soy verde, no azul ¿sufres de algún raro daltonismo? Claro que no me disgusta que me beses, Clarisa, a pesar de tu feo aspecto besas muy bien, pero entiende. No quiero que te engañes. Si viviremos juntos lo haremos en un estanque, no en un palacio. No Tendrás carruaje, ni sirvientes. Tendrás que croar todos los días por tu sustento. Criaremos niños verdes y traviesos. De veras Clarisa, esto tiene que acabar. No soportaría llegar a viejo viendo ese brillo estupido en tus ojos, esa endeble espera de un milagro, luego de cada beso.
Autor Oscar Corzo.
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