viernes, 5 de febrero de 2010

COLUMNA SEMANAL

TEMAS DE ANALISIS

Colombia: Un Estado con licencia para matar.

(Por Santiago Villarreal Cuellar)

 

La violencia genera más violencia. Esa ha sido la cultura guerrerista que se ha entronizado en nuestra hermosa patria colombiana desde hace ocho años, cuando fue elegido el presidente Álvaro Uribe Vélez. Con el argumento de acabar con las guerrillas, especialmente con las farc, grupo alzado en armas con el que el primer mandatario tiene un duelo a muerte, feroz, con instintos esquizofrénicos de venganza, odio y con ese corazón grande que utilizó en su primera campaña como slogan, lleno de veneno y ajeno a todo principio cristiano.

Con su política de Seguridad Democrática, creo una cultura de odio, venganza y fomentó la mentalidad criminal que ya poseía un gran sector de la sociedad colombiana. Esa sociedad que tiene la firme creencia que matando seres humanos (indigentes, ladrones, desechables, drogadictos, homosexuales, guerrilleros), soluciona los problemas de la nación.

Hizo acuerdos humanitarios con los grupos narco-paramilitares y bajo el sofisma de la desmovilización, extraditó los principales cabecillas que comenzaron a decir la verdad. Esa verdad que puso a temblar a políticos, empresarios, militares, policías y al mismo jefe de Estado. Hoy, muchos de esos grupos continúan delinquiendo con la anuencia de varios sectores policiales y de las fuerzas armadas. El DAS fue convertido en un servicio de inteligencia que imitó a las SS alemanas de la era hitleriana, utilizó los mismos métodos de espionaje de la KGB de la antigua Unión Soviética y recibió instrucciones de la CIA de los Estados Unidos. Algunos sectores de las fuerzas militares, presionados por el propio presidente para que dieran resultados y al no encontrar guerrilleros para matar, terminó asesinando a humildes ciudadanos (falsos positivos) presentándolos como presuntos alzados en armas.

Esta cultura guerrerista ha hecho que se haya creado una mentalidad militarista en muchos sectores de la sociedad, utilizando prendas de uso privativo de las fuerzas armadas, hoy  vestidas por histéricos civiles, así como pintando carros viejos de color verde oliva, imitando los vehículos militares. Las telenovelas de los dos grandes canales privados hacen apología al militarismo, narco-paramilitarismo y al crimen organizado (muñecas de la mafia, el capo, pandillas guerra y paz) y toda una campaña de piropos que fomentan la guerra y el terrorismo psicológico de Estado.

La semana pasada, en una forma macabra, propuso a los estudiantes universitarios convertirse en "sapos" dentro de sus aulas, con el propósito de hacer de los santuarios del saber, de la majestad de la educación nacional y lo más valioso que un país puede tener como lo es la juventud, en unos vulgares caza-recompensas, inspirado seguramente en los sicarios a sueldo del lejano Oeste Norte-Americano.

Y como si toda esa sed de ver guerra y muerte por doquier no fuera suficiente, emitió los decretos de emergencia social que pretenden convertir el precario servicio de salud, en una carrera hacia la privatización de dicho servicio y una muerte lenta pero segura de los enfermos de este país.

Mientras que otras naciones latinoamericanas como Venezuela, Ecuador, Brasil, Honduras, Nicaragua, Bolivia, (el pasado 25 de diciembre de 2009 lo hizo el Paraguay) universalizaron la gratuidad de la salud en los últimos diez años, aquí en Colombia se pretende retroceder ese derecho fundamental consagrado en la Constitución de 1991, en un servicio digno de repúblicas bananeras.

Atrás ha quedado ese principio fundamental consagrado en el primer artículo de nuestra Carta Magna, de un Estado Social de Derecho, para convertirse en un Estado con licencia para matar colombianos. Aquí diremos como escribió Vargas Vila: "¿Cómo pensar generación menguada, que en tan pocos lustros descendieras tanto?"      

 

Pitalito, febrero 09 de 2010.

 

 

 

 



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