El feliz evento.
Cuando denunciaron que el acueducto era contaminado los fluidos de descomposición del cementerio, la junta de San Bartolomé decidió unánimemente quemar a los muertos. Numerosas fueron las protestas, aduciendo orígenes paganos de la cremación e impiedad, pero la decisión, por principio sanitario, fue aceptada por el consejo y el alcalde. Viejos y nuevos cuerpos fueron quemados una tarde de febrero, a la tenue luz del nublado sol. Todos expidieron un olor dulzón que aterró los estómagos hambrientos., pero este aroma termino desvaneciéndose, adentrándose en los bosques y atrayendo a los lobos y a las hienas, que por un instante, se sintieron fascinados por el olor de carne humana adobada por el fuego. Se adentraron aquellas fieras en la ciudad, hambrientos, y para su decepción solo encontraron carne cálida, pero viva. En jauría, guardados por la noche, comieron, asesinaron, destruyeron un pueblo, pero sintieron amargas las tripas por la decepción.
No era para menos. Estuvieron a punto de conocer el exquisito sabor de la carne cocinada y la venganza, juntas y unidas, a un mordisco de distancia.
Autor: Oscar Corzo
No hay comentarios:
Publicar un comentario