"La curiara, comomun ataúd flotante, siguió agua abajo, a la hora en que la tarde alarga sus sombras. Desde el dorso de la corriente columbrábanse las márgenes paralelas, de sombría vegetación y de plagas hostiles. Aquel río, sin ondulaciones, sin espumas, era mudo, tétricamente mudo como el presagio, y daba la impresión de un camino oscuro que se moviera hacia el vórtice de la nada." Tomado de "La Vorágine", 2a Ed, Ancora Editores, Bogotá, 1997
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