miércoles, 28 de enero de 2009

RETAZOS FLORECIDOS


…están hechas las muñecas de trapo con materia de recuerdos, con vestigios del trabajo humano, en los que están presentes el amor,

la muerte, el sufrimiento, el gusto o la riqueza…

Aquiles Nazoa.



Descubrir el mundo de las muñecas ha sido para mí una experiencia enriquecedora, desde la ya lejana navidad, cuando recibí como regalo una muñeca de trapo. Era creación de mi madre AURA MUÑOZ DE VARGAS, quien al no poder comprarme la que había pedido al Niño Dios, se propuso hacerme una que se acercara a mis sueños.
Cuando la encontré, debajo de mi almohada, en el amanecer de la pascua florida de aquel año, pensé que el Jesús Niño se había equivocado. Mi muñeca era tan distinta a las que exhibían en las vitrinas de los almacenes: tenían labios y mejillas color de rosa, traje blanco repulgado de alforzas y encajes, zapatos de charol y medias blancas, carita sonriente salpicada de pecas, al puro estilo Shirley Temple, la actriz infantil norteamericana de moda para la época. Desde ya se empezaba a imponer un prototipo de belleza ajeno a nuestra raza e idiosincrasia.
Pero mi muñeca de trapo, con traje verde y trencillas de colores en su amplia falda, zapatos y cabello
de lana oscura, ojos saltones y labios rojos, no se acercaba al ideal de belleza rubia que se exhibía en el comercio. Quería llamarla Sonia, pero mis hermanos, la bautizaron “cara de arepa” por la redondez de su cara; lo cual aumentó mi tristeza y desilusión.
Mi madre que no cesaba de crear, continuó de manera insistente elaborándonos muñecas. Todos los diciembres, mientras fuimos niñas, las hermanas Vargas Muñoz, encontramos en la cabecera de la cama, una colorida y hermosa muñeca de trapo, como regalo de navidad. Nuestra mamá nunca claudicó ante las necesidades económicas, su capacidad artística e inventiva se impuso sobre la escasez y la moda.
En los años de mi infancia, la navidad era de todos los colores como las suaves muñecas de trapo, como nuestros paisajes. Las fiestas de diciembre, no estaban sometidas a las tendencias del rojo y el verde, impuestas por la moda de hoy.
Mi madre no sólo llenó de alegría y colorido nuestra infancia; también fue la creadora de la muñeca nacional, en concurso convocado por el Ministerio del Desarrollo Económico y Artesanías de Colombia. LA ORQUIDERA –como la llamaron- fue para ella una hija más que desde el Valle de Laboyos sigue ofreciendo a los colombianos la Catleya Triana, nuestra flor nacional.


Al iniciar mi trabajo de creación de muñecas e investigación sobre sus “vidas y origen”, descubrí que muchas madres en diferentes países mantienen esta hermosa tradición. Ellas transmiten a sus hijas, de manera casi inconsciente, una de las formas de la cultura popular más significativas en la educación de la familia.



El mundo de las muñecas, también ha sido inspiración de grandes artistas. Armando Reverón, en su casa-cueva de Macuto, vivía rodeado de sus entrañables muñecas de trapo “para desahogar en ellas, su inmensa carga de demonios”; mientras su monumental muñeca recostada en un diván de troncos, peregrinaba por los museos del mundo, como una virgen tropical, esperando conceder favores a sus devotos.
Otro venezolano, Aquiles Nazoa, nos lleva a lo más entrañable y profundo de la sensibilidad humana, al revelar en magnifica prosa poética parte de su niñez, en su crónica VIDA PRIVADA DE LAS MUÑECAS DE TRAPO, que da título a su libro sobre estas forjadoras de ilusiones, vestidas con retazos florecidos.
Las muñecas de trapo, desde mi infancia, me guiaron por el camino de la creatividad. Así llegué a nuevos materiales y formas que germinaron en las series: HUMOR DE BULTO Y CLERECÍA Y BURGUESÍA, expuestas en París y Bogotá. Esta obra de muñecas gordas, son un trasunto de nuestras pequeñas burguesías parroquiales adormiladas en épocas pasadas, que aún persisten en nuestros pueblos y ciudades.
De la primigenia muñeca de trapo de mi infancia me queda el recuerdo indeleble, con el que inicié mi trabajo de creación e investigación sobre este objeto mágico, religiosos, artístico y por último juguete comercial, expresado, de manera significativa, en la Barbie, que en la actualidad invade el mundo infantil, como una forma de dominación cultural. Mi trabajo está encaminado a demostrar que las muñecas son algo más que un juguete.





















Edith Vargas Muñoz.
Coordinadora Tertulia La embarrada.


Comentaristas de nuestra tertulia. TEMAS DE ANÁLISIS

(Por Santiago Villarreal Cuellar)


LA TORTURA DE LAS FAMILIAS DE LOS SECUESTRADOS


Con el anuncio de las FARC a finales del año pasado de que liberaría a otros seis secuestrados, de los que ese grupo insurgente llama secuestrados políticos, continúa el drama, la incertidumbre, la esperanza, pero también la tortura sicológica que viven estas familias colombianas desde aquellos lejanos tiempos en que sus seres queridos perdieron injustamente la libertad, debido a la inoperancia y falta de garantías de un Estado, que no le garantiza la seguridad a sus ciudadanos, ni les ayuda seriamente a recuperar la libertad cuando son victimas del terrible delito del secuestro.

Y cuando los grupos alzados en armas anuncian, como en este caso, que liberará a determinadas personas, parece que tanto a la guerrilla y al gobierno nacional les complaciera continuar torturando a estas familias que tanto han sufrido. Porque uno no se explica, porqué la guerrilla continua pretendiendo que para entregar a sus rehenes tengan que mediar figuras extranjeras. No aplican por ejemplo la misma formula cuando se trata de secuestrados por extorsión económica, pues en estos casos simplemente los liberan en cualquier paraje de los espesos bosques, o de lejanas aldeas, sin solicitar comisiones internacionales. Y el señor Presidente de la república de igual manera manifiesta que no acepta intermediarios de otros países, pero después dice que sí, siempre y cuando sean de la Iglesia Católica, y los dos bandos se tiran la pelota, el uno al otro, echándose la culpa, cuando al final son las familias las que cada hora que pasa sufren la tortura de no poder ver a sus seres queridos compartir con ellos.

Las FARC atraviesan por estos días quizá los peores momentos de su historia desde que se alzaron contra el establecimiento. Ya no es esa misma guerrilla temeraria de hace diez años que protagonizó espectaculares golpes delincuenciales y publicitarios. Hoy ha perdido su capacidad operativa en gran parte de la geografía nacional, su recurso humano ya no tiene la misma moral de antes, y las gentes de los campos y ciudades de nuestro país, en su gran mayoría no los quiere ni siquiera ver, debido por supuesto a los duros golpes que han sufrido, que más que golpes militares han sido de estrategia, para lo cual no estaban preparados.
Sin embargo, les queda todavía un camino de negociación que bien podrían aprovechar, antes que terminar en las cárceles, algunos, otros extraditados a los Estados Unidos y otros muertos.

Un verdadero gesto humanitario que les traería el aplauso nacional y que sería bien visto por el gobierno, además de que la comunidad internacional les reconocería, sería que pusieran en libertad a todos los cientos de secuestrados que tienen en su poder, sin ninguna contraprestación, ni económica, ni política, lo que desembocaría sin duda en un proceso de negociación que le garantice a los miembros de esa guerrilla reingresar a la vida civil, y formar un gran movimiento político que puede ser una alternativa incluso de poder. No sin antes entregar los restos de los cientos de desaparecidos que asesinaron, reparar a las familias de las victimas, que se debe de hacer conjuntamente con la ayuda del estado, y por supuesto pagar cárcel por los delitos de lesa humanidad, que de acuerdo con el derecho internacional, no puede ser olvidado, ni perdonado.

Desde luego que le corresponde al gobierno abrir las puertas, porque no se puede pretender que la sola salida sea militar, y para ello la clase política tiene que cooperar expidiendo leyes acordes con dicho proceso, que obviamente es distinto al tratamiento que se le dio al para-militarismo, porque no es lo mismo negociar con un grupo alzado en armas que ha reclamado unos postulados políticos desde hace cincuenta años, que negociar con un grupo de sicarios a sueldo que fue creado por ganaderos, financiado por industriales, empresarios, narcotraficantes, con la abierta complacencia del Estado, cuya misión era la de derrotar a la guerrilla, que se llamó autodefensas. La misma harina no se puede guardar en el mismo costal.

Ojalá este año exista en las partes en conflicto un poco de más reflexión, civilización y entendimiento, para no seguir torturando a la población civil que es la que paga las consecuencias, especialmente en las zonas campesinas y las más pobres de este país.


SANTIAGO VILLARREAL CUELLAR

Santi66@hotmail.es

domingo, 18 de enero de 2009

Vox Morti


Para el occidental contemporáneo, incluso cuando se encuentra bien, la muerte constituye un ruido de fondo que invade el cerebro cuando se desdibujan los sueños y los deseos. Con la edad, la presencia del ruido aumenta; puede compararse con un zumbido sordo, a veces acompañado de un chirrido. En otras épocas el ruido de fondo lo constituía la espera del reino del señor; hoy lo constituye la espera del reino de la nada. Así son las cosas.

Michel Houellebecq—las partículas elementales.


Es un día lluvioso—los días lluviosos abundan—desde hace un rato atormento mis oídos con la voz Tania libertad, interpretando Casta Diva de Bellini. Bostezo frecuentemente. La música se hace cada vez más ligera y empiezo a adormecerme. Son casi las cuatro de la tarde y la luz se filtra mal por retazos de la ventana. En medio de aquella quietud, escucho cuatro golpes provenientes de la puerta. Créeme; imaginé que eras tú. Al abrir te veo frente a mi, defendida por un paraguas, vestida con la sobriedad de una mujer madura. Sonríes con algo de nostalgia. Con comodidad te devuelvo la sonrisa. Tú te inclinas para protegerte con mi techo y sacudes tu cabello empapado. Algunas gotas del agua que antes te mojaban caen sobre mi rostro.
— ¿puedo pasar?
Sonrío y te digo que si con un movimiento de cabeza. Te invito a la sala, una habitación decorada con un gusto exageradamente sobrio, y te pregunto si deseas beber algo.
— ¿que tienes? —dices, frotando tus manos antes de sentarte.
Pienso un segundo. Mi memoria falla. Necesito cafeína.
—Café—mientras lo digo recuerdo que esta frío— creo que algunas gaseosas, y una variedad ilimitada de tes y aguas aromáticas.
—Eso suena espantosamente "New Age"—dices— ¿no te parece poco acorde a tu modo de vida?
Hago una mueca que trata de inspirar condescendencia.
—creo que tengo derecho a tener un par de cucarachas en la cabeza, ¿no crees?
Sonríes.
— ¿tienes té de mandarina?
Me levanto en dirección a la cocina.
— ¿te molestaría esperar un par de minutos? —Digo— No tengo lista el agua caliente. También prepararé para mí té negro.
Afirmas. Te quitas la chaqueta y luego te inclinas sobre el equipo de sonido. Disminuyes el volumen a un grado humanamente aceptable.
— ¿te gusta la opera verdad? Es la tercera vez que vengo aquí y siempre escuchas algo parecido —preguntas, mientras ojeas la carátula del álbum que suena.
— En realidad no—miento— alguien me prestó ese trabajo, para que opinara sobre la voz de aquella dama. Es una cantante Mexicana. En realidad es más folclórica que otra cosa, y decidió probar con un nuevo sonido. No sé porque pensó en la opera.
— ¿y que opinas?
— me da igual. —Sirvo el agua caliente en tazas de color blanco y te entrego una— Los entendidos dicen que auque su voz es buena, no es apropiada para movimientos tan intrincados. Sin embargo logra simpatizar. Supongo que se metió con la opera para eso; para demostrar su competencia.
.
Tomas con algo de prisa tu taza; deseas calentarte. Te sorprende la cantidad de azúcar que sirvo en la mía. Noto que por un instante tu mirada se hace vaga, perdida en medio de la débil columna de vapor que sube frente a tu rostro Por un instante espero un reproche, pero noto que te arrepientes de hacerlo.
Afuera, el susurro de la lluvia se hace más lento. El agua se desliza por el tejado y cae al suelo haciendo un sonido agudo. La música guarda una sincronía visual con nuestro escenario. Pronto el Cd de Libertad le abre paso a Ashes Divide.
—Es un cambio inesperado— comentas con la taza de té cerca a tus labios.
— amiga mía; todo en la vida es inesperado.
— me enteré que estabas enfermo.
Sonrío.
— te acepto que mi salud siempre ha sido débil, y que sufro de algunos males desde toda mi vida, pero justo ahora nada me duele. ¿Quien te dijo algo así?
Noto que te sonrojas.
—bueno, nadie me lo dijo en realidad. Solo lo soñé.
Suena "The stone" de Ashes Divide. La lluvia recobra energía. Afuera el viento empieza a volverse mas violento y apresurado, y el agua empieza se amontona en los bordes del pavimento.
—debe sonar raro, ¿no? En realidad vine para contarte mi sueño —agregas.
—debo aceptar que es una historia rara.
—Bien—dejas la taza sobre la mesita de estar. Respiras hondo—Voy a contártelo; escucha. No te burles y por favor, no me interrumpas. Soñé que visitaba tu casa, y llegaba a tu cuarto. En mi sueño tu casa tenía esa apariencia bizarra y medio viejonga de las casas coloniales. Era blanca, con decorados verdes hechos en vinilo. Era un cuadro pintoresco. Tu abuela habría la puerta y me saludaba con frialdad, me observaba de reojo. "buenos días, doña Olga, vengo a visitar a Oscar, ¿se encuentra disponible?" decía yo, pero ella no respondía. Apenas y me observaba. Hacia un gesto glacial indicándome que la siguiera, y caminó por un pasillo extenso adentrándose en la casa, hasta una habitación iluminada por una anticuada bombilla amarilla. No te imaginas lo rápido que olvidé ese recorrido. En el centro de la casa había un jardín hermoso, lleno de flores de todos los colores y tonalidades absurdamente vivas. Creo que sentí instantáneamente que aquellas flores tan hermosas debían tener algo profundamente perturbador detrás de sus bonitos colores. Quizás eran carnívoras.
Tomas tu taza y bebes un sorbo
—atinaste. Me encantan las flores carnívoras—digo yo— En casa de mis abuelos no había un jardín así, hasta la parte trasera de la casa.
—La habitación donde estabas metido parecía la habitación de un anciano—continuas, mientras retomas tu postura de comodidad en mi silla— era oscura, mal iluminada, hay un montón de pieles y cabezas de animales disecadas en las paredes, y sobre un armario de madera parda, descansaba un cuerno dorado, de algún animal extraño. La luz del bombillo parece multiplicada por el brillo del cuerno. Es un objeto hermoso—dices, rascándote la barbilla—mira que lo recuerdo perfectamente. Me distraje tanto observándolo que por un momento olvidé que estabas ahí, a punto de morir.
—describes la habitación de mi abuelo. ¿Quieres más té? Salvo la ausencia de los libros, todo lo demás era tal y como lo describes.
—había montones de libros, si, eran todos de lomo café, y podían observarse letras doradas. Todos lucían antiguos.
—Era su colección de literatura clásica—digo a la defensiva— no pienses que él leía otra cosa. De pequeño hacia construcciones con tostoi y con Sthendal para mis juguetes. Castillos enormes con ladrillos como el quijote y guerra y paz les daban protección a mis figuras de acción, donde Caballeros del zodiaco y power rangers se disputaban el dominio de las tierras baldías de la cocina.
Reímos.
— ¿pero como pude saber yo todos esos detalles de un lugar que no conozco?
— es muy sencillo.
Me levanto y subo las escaleras. Tú te quedas abajo, impresionada por un montón de ideas inconectables. Dos minutos después bajo con un álbum infantil.
— ¿recuerdas que una vez te lo mostré? Te burlaste de mi trajecito amarillo, y de mi fotografía disfrazado de payaso.
—si; es que te vez chistosísimo… ¡pareces un niño bueno!
— mira esta fotografía. Recuerdo que te gustó.
Le paso el álbum, indicándole una página y una posición. En una fotografía estoy en la habitación de mi abuelo, hablando por teléfono sobre una silla de tela amarillenta.
— ¿vez? —te digo, mientras cierro el álbum y te sirvo un poco más de té— es la habitación de tu sueño; la grabaste inconcientemente.
No pareces convencida.
—sin embargo me desconcierta, te lo juro. Estabas en esa cama, vestido como un viejo Gentleman, con un trapo que te ataba la cabeza, y sudabas copiosamente. Un leve manchón de sangre casi seco cubría una de tus mejillas. Lucias pálido; unas sombras enormes apagaban tus ojos. Tu respiración era difícil. Parecía que agonizabas. Yo me acercaba a tu cama y te decía "hola, supe que estabas enfermo y quise venir a visitarte. Fue difícil encontrar la dirección; no me preguntes como la conseguí. Aun más difícil fue venir desde Bogotá hasta aquí. Si me fui sin despedirme es porque tenía cosas importantes que hacer. Lo siento. Dime, ¿como estás?"
— ¿y yo que respondía?
—te levantabas en silencio, con dificultad, pues te costaba trabajo mantenerte en pie. Tu mirada parecía completamente perdida. Por un momento me sentí intimidada por tanto silencio. Luego me gritaste, me dijiste que todo había sido culpa mía, que yo era la responsable de tu enfermedad. Me dijiste cosas espantosas. Me decías que me odiabas, y que yo era lo peor que te había sucedido en la vida.
—suena horrible.
— Y lo fue—dices, te levantas y te acercas a la ventana— yo pensaba "¿y a este imbecil que le sucede?" no creía posible que luego de venir a visitarte, de preocuparme por ti y esas cosas, me pagaras así. Claro que recordé aquello de que algunas personas respondían de manera violenta a los estímulos luego de operaciones complicadas y de la quimioterapia, cuando tenían algún problema cerebral. Sin embargo no soporté el deseo de largarme y dejarte ahí tirado, y no volver a saber de ti en mi vida.
—no se que decir— confieso, con una sonrisa algo triste— creo que me siento culpable.
— ¿por que? — preguntas sorprendida.
— por mi espantoso comportamiento contigo.
Liberas una enorme carcajada
— no seas bobito ¡solo era un sueño! pero déjame terminarlo. Yo salía de tu habitación, furiosa, y me perdía en tu casa, pues no encontraba la puerta. De repente el pasillo tenía mil puertas y cada puerta su pasillo; tu casa se convirtió en un laberinto. Tu abuela no aparecía por ningún lado. Empecé a sentir esa horrible sensación de desesperación cuando sabes que estas atrapado. Que no hay forma de evadir. Sin saber como, terminé de nuevo frente a la puerta de tu habitación, solo que la luz ya no estaba encendida. Un instante dudé e imaginé que estaba en otro lugar. Pensé dos veces antes de entrar de nuevo, pues creí que de nuevo me insultarías como lo habías hecho un rato atrás.
— no dejo de sentirme un cretino absoluto.
— y lo eres, pero ¡déjame continuar!, ¿si? A la final entré, y estabas en el mismo sitio, solo que te cubría una sabana blanca. Creí inmediatamente que estabas muerto. Pero no, solo dormías. Te desperté con un movimiento suave en tu hombro. Estabas sin camisa.
— ¿y aun se notaban mis temporadas de gimnasio? —pregunto, con una sonrisa bromista
—la verdad te mirabas chonchisimo, flácido y gordo. ¿Tú acaso ibas al gimnasio? — devuelves mi pregunta con el mismo sentido de broma.
—Por recomendación médica, lo hice durante mi adolescencia—aclaro, tocando mi brazo derecho— ¿Tenía que hacer algún deporte, no crees? De otro modo de verdad seria chonchisimo. Así me libré del asma que por Nerd sufrí de pequeño. Volví hace unos dos años para recuperar la movilidad de mi brazo derecho luego de mi accidente. No hago nada relativo a explotar de manera catastrófica todos los músculos de mi cuerpo. Solo voy para no oxidarme demasiado. Los chicos fuertes se burlan de mis afeminados ejercicios terapéuticos con una diminuta pesa de 10 libras. Pero continúa; tengo curiosidad.
— te despertabas. Tu actitud cambiaba completamente.
— me alegra dejar de ser imbecil.
— no solo eso, me pedías disculpas, me decías que lamentabas tu actitud y que me querías a tu lado. Luego, me pedías que me casara contigo…
—no puedo creerlo, ¡hasta en sueños tengo esa loca costumbre!
— ¡cállate!, ¿quieres? Yo no sabia que decir. Por un lado pensaba "tengo solo 15 años, no puedo casarme, y de repente tu familia aparecía, y todos nos observaban con cara de conmovidos, decían "tan bonitos, se ve que se quieren"
— ¿y tu aceptabas?
—si. Unas tías tuyas me llevaban a una habitación y me vestían de novia. El vestido era precioso. Pero yo empezaba a sentir una fuerza extraña. Quise pasear, quise salir de la casa pero una tía tuya me dijo. "jamás saldrás de aquí" yo alegué, "me voy a casar, no pueden retenerme, ¿y mi familia? Tengo que avisarle a mis padres, a mis amigos." Pero tu tía me observaba con serenidad, casi con lastima. "no; —dijo— un hombre te ata aquí. No puedes salir. La casa no te lo permitirá"
Intenté salir, vestida de novia, tal y como puedes imaginar, pero comprendí que tu tía no se equivocaba; la casa era interminable. Las flores en un instante me resultaron asquerosas, abominables. Vagué muchísimo tiempo, y mi vestido empezó a arruinarse. Desde la sala tu familia me observaba con condescendencia, decían "algún día se cansará"
— ¿y que hiciste? —pregunté
— un montón de ideas espantosas se me vinieron a la cabeza, no te imaginas. Empecé a odiarte. Te culpé por mi cautiverio. A medida que daba vueltas por las interminables habitaciones de tu casa, me sentía cada vez más serca de la muerte. Ningún amor, ningún hombre puede remplazar a la libertad; por eso ese matrimonio me resultó abominable. Sentí que ese lugar se convertiría en mi tumba si no hacia algo.
—creo que puedo adivinar lo que hiciste.
— no tenia alternativa.
— ¿quieres más té?
Fui a la cocina por más agua caliente.
—está vez pido uno de menta—dices desde la sala— ven rápido. Quiero contarte el final de la historia.
Regreso a la sala. Continúas tu narración con el mismo sonido, afuera aun llueve.
— busque la cocina, y saqué el cuchillo más grande de todos. Luego me dirigí a tu habitación. Comprendí algo que me dijiste días atrás; el universo en realidad si tiene un sonido, Pitágoras no se equivocaba, pero creo que no es la música; en realidad es la muerte. Lo sentí antes de matarte. Sentí una extraña e intensa paz interior. Recordé cuando me hablabas del Tag y de tus ataques de ansiedad. Sentí que al matarte, te liberaba a ti también. Creo que solo los locos y los moribundos lo escuchan; por eso ese extraño sentido de miseria y humildad. Creo que el universo entero suena como una maquina de congelación; es tan intenso, tan devastador que preferimos ignorarlo. Algo parecido le pasa al olfato cuando lleva mucho tiempo acostumbrado a un mismo olor. Es un grito eterno que nos abofetea recordándonos nuestra insignificancia y brevedad, pero que generalmente preferimos no percibir. Sentí que me sumergía en él, y fue algo espantoso; nunca me había sentido tan intrascendente. Sentí que todo perdía significado y que en ese instante realizaba un acto sagrado, mecánico, inevitable. Cuando te vi muerto me sentí horrorizada, pero también me sentí aliviada. Salí llorando y me encerré en una habitación.
—nunca creí que me tomaría una taza de té con mi asesina.
— solo era un sueño, bobo, ¿quieres saber que paso a continuación?
— te escucho.
— mi vestido estaba bañado en rojo. Lloré bastante y le pedí disculpas al universo y a quien sea que lo haya creado por matarte. Luego alguien llamó a la puerta; era tu familia. Pensé "me matarán, o me enviarán a la cárcel, pero voy a aceptarlo. Debo ser responsable por mis actos" al abrir los note apesumbrados, ¿pero adivina?
— no adivino, ¿alguna parte de ti podría considerarse siquiera predecible? dime ¿Que sucedió?
—No me lo creerás; no me culpaban. Trataban de consolarme por mi pre-viudez. Me dijeron que te habías suicidado porque eras incapaz de casarte conmigo, y sonreían con tristeza. Yo no podía creer que me dijeran algo así mientras yo estaba bañada en sangre, y sostenía el cuchillo que te había quitado la vida. Entonces entendí lo que significaba todo aquello.
Guardo silencio de nuevo.
—Tu me usaste para acabar con tu vida—continuaste— fui tu instrumento. Eres demasiado cobarde para matarte tu solo, y por eso, me necesitabas. De algún modo brutal y despiadado, nuestro matrimonio había quedado consumado. Y yo simplemente había sido la artífice de tu eutanasia.
—Debo reconocer que tus conclusiones son bastante impresionantes. Yo pensaría que…
—Para serte sincera, preferiría que no te aventuraras a interpretaciones antes de que termine la historia, señor Freud—aclaras, interrumpiendo mi voz— Estaba yo frente a tu familia, y ellos me sonreían con pesadez, casi con complicidad. Pregunté por la puerta, y uno de tus sobrinos me la enseñó; estaba abierta.
—y te acercaste para irte, supongo.
— eso traté, pero al salir me di cuenta de algo. El barrio había cambiado. Ahora todas las casas eran exactamente iguales, y de izquierda a derecha, parecían sinceramente interminables. Empecé a correr pero sentí que la imagen se repetía una y otra vez como las caricaturas de los sesenta. En cada puerta había una familia observándome, y dentro de cada casa, había un cadáver muerto por mi mano. Entonces entendí que jamás podría salir de aquel laberinto.
— ¿notaste que nuestros sueños se parecen?
— ¿una mala mezcla de kafka y lovecraft verdad? Nos volvemos predecibles.
— No tiene importancia en realidad—digo, levantándome casi adormecido— Ha anochecido. Prepararé algo de comer, ¿quieres un sándwich?
Dices que si. Vamos a la cocina, conversamos de un montón de cosas mientras rebano el queso y saco algo de jugo de mandarina. El televisor se enciende.
— ¿no te había contado? Me ofrecieron una beca para estudiar ingeniería genética.
— ¿en serio? ¿Y en donde?
—En Londres, viajaría a mitad de año. Sabes que es lo que siempre he deseado…No es posible estudiar Ingeniería aquí sin limitarse al fracaso. Por eso debo viajar; es lo mejor.
—es una lastima. Me dejarás sola. Pero me alegra por ti. Te extrañaré pero me alegra por ti.
Sonrío pesadamente; tu mirada es nostálgica. Tomas un cuchillo gigante entre tus dedos; que usamos para partir huesos enormes. Lo paseas por tu mano; tus ojos brillan con una dulce luminosidad. Sonríes. Nunca antes te había visto tan hermosa.
— ¿no crees que es maravilloso cuando se cumples los sueños? —Dices, mientras acaricias la puntiaguda hoja con la yema de tus dedos.
POr; Oscar corzo y Laura Ruiz

miércoles, 14 de enero de 2009

Monologos De la locura.


Deux Ex Machina

Personajes.
Oscar Corzo
Alter Ego
Visitante
enfermeros.

Alter Ego entra a escena, con una mirada fastidiada y los nervios alborotados, vistiendo un impecable traje de Marinero. Grita y mueve los brazos de manera amenazante mientras sostiene una paleta de dulce en su mano derecha. Está furioso. Su rostro está rojo de ira.

A.E—mira que eres idiota, Oscar; comienzas el texto sin saber que decir. ¿Crees que tengo tiempo que perder? A diferencia de vuestra vida rumiante y empolvada yo tengo mucho que hacer, mucho que decir. Y que molesto tu papel de imitador de Zola colocándome como un imbecil admirante Suizo... ¿quieres pelear imbecil? Eres un ser repugnante, ¿me oíste? ¡Repugnante!

Se adentra en el escenario y aparece frente a él una mesa móvil. Sobre ella hay un termo metálico y varias tazas para café. Toma una. Sus manos tiemblan.

VIS— (sentado frente a Oscar Corzo, con expresión incomoda) discúlpame si soy inoportuno, no sabia que tenias visitas familiares. Creí que estábamos aquí para una terapia siquiátrica.

O.C— (sonriendo) lo estamos amigo, lo estamos. De hecho, él es parte crucial de nuestra terapia. El marinerito participará e incluirá sus propias divagaciones. Vera usted, me parecía aburrido escribir una historia con dos elementos lineales y parcamente comunicativos, como es (debo aceptarlo) mi obsoleta costumbre. Así que lo introduje a él. No tengo experiencia, así que entenderás que a eso se deben los diálogos teatrales. Son más sencillos, más prácticos. Al parecer alguien ya se adentró en el argumento conflictivo…y verá, yo en realidad no estoy tan loco. El loco aquí es él. ¿No lo ve? Si usted desea curarme, debe empezar por el primero.

A.E— no me importa lo que hagas, muérete si se te da la gana, ¡yo no soy tu juguete! ¿Comprendiste? ¡Muérete y déjame en paz! ¡Me largo de aquí! (regresa a su taza de café. Aun le tiemblan las manos)

O.C— no puedes irte (se levanta y sonríe con animo burlón) eres un invento de mi imaginación. Estas condenado a estar donde yo este.

VIS— (acomodando sus lentes sobre la nariz) este de verdad es un caso interesante. Así que usted (dirigiéndose a Oscar Corzo.) cree que escribe una historia ahora mismo en la que el señor y yo somos personajes y él (señalando a alter ego) se cree un personaje de su trama. ¿Es así o me equivoco? ¿El señor es su hermano? Tienen un notable parecido.

O.C— (riendo) podría decirse que es mi gemelo, solo que la molesta tarea de existir es exclusivamente mía. (Dirigiéndose a alter ego) ¿Podrías servirnos una taza de Café?

A.E— señor Visitante, disculpe mi falta de hospitalidad ¿el suyo con o sin arsénico?

VIS— (riendo de manera insegura) es usted un bromista, ¿señor…? Preferiría el mío sin arsénico. Si mi memoria no me falla no me ha dicho su nombre.

A.E— llámeme alter ego.

VIS— (sorprendido) ¿Alter ego?

A.E— si, si, no me mire con esa cara; fue la invención de un humorista llamado Sigmund freud. Desde entonces no he cambiado de nombre. ¿Sabe? Soy muy famoso.

VIS— (secándose el sudor de la frente) sé que es un alter ego.

A. E— por supuesto, usted es siquiatra, ¿no? Si no lo sabe dudaría de su titulo y de su inteligencia.

VIS— sé perfectamente que es un Alter Ego, pero le aseguro que es imposible que usted sea el alter ego de Oscar Corzo.

A. E— no crea que me siento orgulloso de ese titulo. Pero lo soy.

VIS—para ser el alter ego de oscar corzo, usted tendría que estar en la cabeza de oscar corzo. No afuera, ¿entiende? Él esta ahí sentado y usted esta aquí, hablando conmigo.

A. E— (riendo a carcajadas) señor siquiatra, usted definitivamente es tonto. ¿No se da cuenta donde estamos?

VIS—estamos en la clínica siquiátrica de la ciudad de Neiva, y yo soy el director. Ustedes dos están internos aquí, bajo mi cuidado, por que tienen ideas un poco estrafalarias en la cabeza.

A. E— díselo Oscar (dirigiéndose a O. C, que bebía café ruidosamente al otro lado de la habitación mientras se hurgaba los oídos) dile que él también es un invento de tu imaginación. Dile que escribes esta historia y que estamos en tu cabeza.

O. C— ¿me dices algo? Discúlpame. Estaba muy distraído.

A. E— el señor siquiatra no quiere comprender que en realidad nos inventastes a todos. Es incapaz de entender que no existimos.

O. C— déjalo; yo lo hice con un escepticismo poderoso. El pobre ni siquiera sabe que en Neiva no hay clínicas siquiátricas. En Neiva, de hecho, hay solo cuatro casas y una parroquia (Regresa a su café, y a sus oídos)

VIS— ustedes de verdad son un caso muy particular. (Saca una libreta de su chaqueta, y toma algunos apuntes)

A. E— se lo probaré. Sé como probárselo. Por favor, asómese a la ventana.

El visitante se dirige a la ventana y ojea el oscuro cielo de una noche despejada.

A. E— ¿que vio afuera?

VIS— el cielo azul, algunas estrellas, algunos árboles.

A.E— no, tonto, esas no son estrellas, son los agujeritos que dejan los cabellos de la cabeza cuando se caen. ¿Ve? Por ahí entra luz

O.C—diablos. Esta noche estrellada demuestra que me estoy quedando calvo.

VIS— si usted esta escribiendo esta historia, señor oscar, ¿sabe que sucederá a continuación?

O.C— no conozco los detalles, pues a pesar de que escriba la historia voy descubriéndola al tiempo que lo hacen ustedes. Pero tengo una idea de lo que va a pasar al final.

A. E— si doctor; Oscar va a matarlo.

VIS— ¿a matarme?

O.C— como escuchó. ¿No le parece extraño que en esta habitación no haya nada diferente a estas sillas estilo Luis XVII y esa mesa con café? ¿Que clase de director es usted, al permitir que dos pacientes con una neurosis evidente beban café a estas horas de la noche?

VIS— le confieso que no sé que decir, pero eso no implica que…

(Oscar Corzo saca un arma de su pijama. Apunta contra el visitante)

VIS— (nervioso y escudándose detrás de Alter Ego) ¿de donde demonios sacó esa cosa?

A. E— le dije que estamos en su cabeza. Él puede hacer aquí lo que quiera.

VIS— por favor, no pierda el control señor oscar, usted necesita ayuda, yo puedo ayudarlo, ¡no dispare!

O.C—no tema, doctor; usted no morirá. Yo dispararé y la bala atravesará su cuerpo. Pero no morirá. Entonces tendrá que creer en mí.

Oscar dispara, pero falla. En vez de herir al medico, hiere a Alter Ego. Este cae muerto instantáneamente.

VIS— (conmocionado) ¿ve lo que ha hecho? ¡Usted esta loco! ¡Esta enfermo! ¡Enfermeros, por favor, vengan, apresúrense! (el ruido de un montón de hombres golpeando la puerta se hace sentir) ¡Este demente ha matado a su hermano…!

O.C— (impactado, en estado de shock) no, esto es imposible, nada de esto está pasando… (Apuntando contra el medico) ¡Usted me engaño maldito farsante!

VIS—claro que esta pasando, ¡mire lo que ha hecho!, es responsabilidad suya, yo no lo he engañado. Esta es la realidad, mire la sangre, vea el cuerpo. Esta muerto. Nunca vivirá de nuevo. Así lo imagine, así pretenda despertarlo, así se crea un maldito dios de pacotilla. ¡Déme esa maldita arma!

Los enfermeros se aglutinan en la entrada de la habitación. Pero ninguno se atreve a pasar.

O.C— (sonriendo, como si recordara algo) no se preocupe, doctor, yo sé como acabar esta historia. Yo sé como hacer que Alter Ego vuelva a vivir de nuevo.

VIS— (visiblemente asustado) por favor, ¡no lo haga! Yo puedo ayudarlo, ¡no dispare!

Pero Oscar no lo escucha. En un segundo toma el arma, introduce el cañón en su boca y hace fuego. Los enfermeros y el visitante se cubren el rostro de espanto, pero al descubrir sus ojos, lo ven aun de pie, con el rostro bañado en sangre.

O.C— (Apenas se entiende lo que dice. Su boca escupe sangre en cantidades exageradas y la mitad de la mandíbula cuelga de su cara) ¿lo ve doctor? ¿Ve que tenía razón?

Inmediatamente cae muerto.